lunes, 7 de julio de 2008

“En las calles sólo quedan trozos de El Güegüence”


Don Carlos Mántica y su imprescindible labor:
END - 22:16 - 05/07/2008

Es un administrador de empresas extraño: además de sus éxitos en la dirección de una de las principales cadenas de supermercados del país, se ha dedicado a la recopilación de la música regional, a investigar como nadie sobre El Güegüence, y es un empecinado en preservar la identidad nicaragüense.

¿De quién hablamos? Pues de don Carlos Mántica Abaunza, quien al margen de su labor cotidiana, de estar pendiente de los libros contables, ha escrito otros para alimentar el alma nacional, amén de ser un asiduo conferencista en las universidades.

Su catolicismo es evidente. En su despacho destaca un gigantesco crucifijo. Además, hay un cuadro con las imágenes de sus abuelos Catherina y José, los que procrearon 13 hijos, responsables de varias generaciones que totalizan al menos unos 600 Mántica, incluido un sacerdote y una monja.

Nació en León el 19 de febrero de 1935. Cuando tenía cinco años sus padres se trasladaron a Managua. Después de haberse bachillerado en el Colegio Centroamérica, de Granada, donde fue compañero de clases del ingeniero Xavier Chamorro Cardenal, Director Fundador de END, fallecido recientemente, estudió administración de empresas en la Universidad de Georgetown (regida por jesuitas en Washington).

Recibió un doctorado en Humanidades en la Universidad Ave María, en San Marcos. Comenzó a trabajar en el mundo empresarial a partir de 1956 cuando abrió el primer supermercado en Nicaragua.

Ese primer establecimiento se instaló en una punta de plancha ubicada en la parte este de la estatua de Montoya. Después del terremoto de Managua tuvo que empezar de cero, como lo hizo después del 90, cuando doña Violeta Chamorro asumió el poder en los comicios de ese año.

Al día de hoy, este hombre que reparte su biografía entre el impulso que le da a nuestra nicaraguanidad y el prestigio empresarial, lleva en la cuenta 10 supermercados y algunas sucursales. Reconoce que la competencia golpea, pero es del criterio que “para todos da Dios”.

En la actualidad Mántica Abaunza tiene entre 800 y 900 empleados en las diferentes sucursales que operan en Managua y en el interior del país.

De las investigaciones
a la Academia
Mántica es del criterio que la puerta para incursionar en sus investigaciones sobre las tradiciones indígenas se le abrió cuando le toca salir de Nicaragua para ir a estudiar a Estados Unidos. El “mal de patria” se le convirtió en un bien para todos, como se demuestra en su marcado interés en el estudio de El Güegüence, del náhuatl, y así “empecé a investigar en muchos campos”.

Escribió dos tesis sobre el general Augusto C. Sandino; se interesó un poco en la arqueología y empezó a formar una biblioteca con su hermano sobre temas nicaragüenses.

Comenzó a hacer estudios sobre las toponimias (parte de la onomástica que estudia el origen y significado de los nombres propios del lugar), que son los hermosos rastros geográficos de nuestra cultura prehispánica.

Nunca pensó trasladar esos estudios a libros formales, aunque hacía algunas publicaciones periódicas. Un día de tantos le propusieron ser miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua, “y entonces sí escribí mi trabajo sobre ‘El habla nicaragüense’, de la cual han salido nueve ediciones y todavía conservo dos diccionarios: uno sobre la toponimia náhuatl de Nicaragua, y otros sobre nahualismo. Después vino el libro del refranero, los estudios de El Güegüence y sobre la música”.

Don Carlos y otros amigos trabajaron 30 años recopilando música, la cual se grabó bajo el título “Cantares nicaragüenses”. Recientemente el sello Mántica Waid --que lo dirige Carlos Mántica hijo-- sacó la última edición.

En total don Carlos ha escrito 11 libros. Tres de ellos versan sobre El Güegüence, y otro que debería estar entrando a la casa editorial y que lo publicará el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) que se va a llamar “Vuelva Güegüence”.


Ya no está en las calles
Mántica lamenta que actualmente no hay representaciones teatrales callejeras de El Güegüence. Por eso, en la introducción del libro a publicarse, su autor habla que en 1967 vio la última representación de El Güegüence, folclor que se hizo en la casa del entonces magistrado Leopoldo Serrano, con todos sus parlamentos (diálogos, músicas, máscaras), y “desde entonces sólo se representan trocitos y danzas”.

El Güegüence alcanza centenares de publicaciones, y hay estudiosos de casi 20 nacionalidades distintas y en varias lenguas. En su rescate la Unesco ha aglutinado algunas cosas. España ha patrocinado investigaciones y traducciones.

Sobre El Güegüence y las elecciones
Al preguntarle sobre el comentario que sale a luz cada vez que hay elecciones generales en Nicaragua, de que El Güegüence se vuelve en un voto colectivo, don Carlos se puso a reír y recordó un artículo --publicado en uno de sus libros-- titulado “El güegüencismo del nica”, donde recoge una serie de cosas de los nicas, encarnadas en ese personaje.

De cara a las elecciones “lo que se me ocurre es que nunca se sabe cuál es la verdad en las actuaciones del Güegüence; cuando se aproximan los comicios y todo mundo cree que va a ganar fulano, a la hora de las urnas el resultado es otro”.

“El güegüencismo del nica no sólo se manifiesta en las elecciones, pues también lo encontramos en el nepotismo, adhesión incondicional a potencias extranjeras, colaboracionismo”, dice Mántica.

En todas partes
Otras características del güegüencismo es que para ganarse la vida se adapta a cualquier circunstancia, y si es necesario, venden agua helada en las calles, garrobos y cusucos en Semana Santa, huevos de paslama en tiempo de veda, y hasta cualquier contrabando en los semáforos.

Cuando la situación se torna insoportable, “el nica, que de por sí es pata de perro, busca el pegue (trabajo) fuera del país; su espíritu además es burlón”. En su libro dice que sobre el nepotismo, el gobernador tiene en la Alcaldía a toda su familia: su papito, su mamita y todos los de su casa.

Además, El Güegüence está en contra de la corrupción, pero él mismo es corrupto, es contrabandista, evasor de impuestos; no se responsabiliza de sus actos y “(ahora) hasta algunos grandotes nos dan cátedra de güegüencismo”.

Para el investigador, la cuna de El Güegüence no es Diriamba, porque hay otras fuentes originales que venían de diferentes ciudades. Es muy difícil descifrar dónde nació esa cultura, y cree que pudo haber sido Masaya, porque la trama de la obra se desarrolla en un lugar donde hay una gobernación y una presencia española bien fuerte. El gobernador por más señas es indígena.

La lengua náhuatl
El Güegüence está escrito en un náhuatl corrupto. A finales de año “mil ochocientos y pico, habían algunas viejitas que recordaban versitos sueltos en náhuatl clásico, y algunos autores como el inglés Brinton recogen ciertas frases; pero no era gente que se comunicaran en náhuatl a como existe en El Salvador y en México”.

¿Y por qué se extinguió esa cultura?, le preguntamos a Mántica. “Hubo un momento que el náhuatl se convierte en lengua franca, en lo que fue el imperio Azteca, antes del descubrimiento de América, por lo que supongo que ésta podría ser una de las explicaciones”.

Don Carlos cerró su cátedra al hacer referencia a que en Nicaragua utilizamos unas 300 palabras náhuatl, entre ellas: tomate, mecate, chicles, cipote, chigüín, así como la mitad de los nombres geográficos (toponimias). Y “tengo amigos españoles que les cuesta entendernos, porque cuando hablamos con ellos, sin querer les lanzamos hasta cinco palabras en esa lengua indígena”.

También está la palabra chocho, el nacatamal, tamal pisque, el chile. Más de 100 de estas palabras están incorporadas en el diccionario de la Real Academia Española.


La obra que casi nadie entiende
Hay en don Carlos cierta inconformidad. Él cuestiona que El Güegüence, la obra que surgió en el siglo XVII, escrita en español y náhuatl y reconocida por pensadores y poetas de la talla de José Martí, ha quedado reducida a la música y los bailes.

“Bendito sea Dios que se han conservado, y algunas veces teniendo que improvisar; pero prácticamente ya tiene 40 años de no representarse en las calles con todos sus parlamentos”, dice don Carlos.

El libro que lanzará el INC pretende rescatar esta tradición para que vuelva a presentarse en teatros, y tarde o temprano la obra completa. La Unesco está financiando la edición de la cual su autor renuncia a cualquier beneficio económico.

Otra publicación anterior de Mántica es “Escudriñando el Güegüence”, además de una traducción que hizo del inglés al castellano del libro escrito por el inglés Daniel Brinton, quien publicó por primera vez la obra de El Güegüence o “Macho Ratón”.

Mántica es del criterio que muchos nicaragüenses deben conocer correctamente de qué se trata El Güegüence, porque hoy ya casi nadie la comprende, y “de lo que podemos ir entendiendo surgen muchas ideas, y por desgracia algunas versiones son equivocadas”.

“Se piensa que El Güegüence es un teatro de protesta en contra de un gobernador español. Pero la protesta es contra el contubernio de los gobernadores indios que hubo en Nicaragua dentro del gobierno español”,
explica.

“En el pasado se ha hecho lo que se ha podido. No ha sido suficiente y sí creo que necesitamos enseñar mucho más sobre esta obra que ha sido declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Es una obra que va mucho más allá de lo que nos imaginamos, porque tiene música, danza, vestuario, doble sentido no sólo del castellano a castellano, sino del náhuatl al náhuatl”, señala don Carlos.

El Güegüence, nos dice este investigador, proviene de un género de arte que existió antes del descubrimiento de América, y que en la cultura náhuatl se conocía como “cantos quisquillosos”. Hoy, pocas obras se conservan. Sin embargo, el teatro insigne que surgió en la Gran Manquesa --región de Nindirí, pasando por Masaya, Catarina, Niquinohomo, Masatepe, Jinotepe, hasta culminar en Diriamba--, es la más grande de todas y por eso tendría que darse a conocer más.

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