jueves, 12 de junio de 2008

El polifacético Chale Mántica

La última raza de
empresarios valientes

“Estoy consciente que no tengo nada que ganar, sólo que perder, pero hay que hacerlo”

Angela Saballos


Cuando hace unos días Carlos Mántica Abaunza fue presentado a los medios de difusión como miembro del comité asesor de Conciencia Nacional, su presencia causó sorpresa. Conciencia Nacional es un grupo cívico en contra de la corrupción que impulsa la recolección de firmas de nicaragüenses para la desaforación por corrupto del ex presidente de la república y actual presidente de la Asamblea Nacional, Arnoldo Alemán. Mántica Abaunza es uno de los exitosos dueños de los Supermercados La Colonia.

Para algunos, la posición de Mántica como abanderado de esta lucha anticorrupción, no coincide con la lógica de los empresarios que tienen en sus manos más de un millón de nerviosos dólares y que por nada del mundo sacan la cara en una lucha como ésta. Para Mántica el razonamiento es otro.
“Estoy consciente que no tengo nada que ganar y todo que perder. Pero hay que hacerlo. Lo veo natural. No siento que estoy haciendo algo extraordinario”, dice, y con esa claridad meridiana de que está en la vereda correcta, Chale Mántica sonríe.

No es la primera vez que Chale Mántica y Felipe, su hermano gemelo, se arriesgan. Aunque físicamente distintos, estos gemelos nacidos en febrero 19 del 35, han sido compañeros en todos sus negocios y planteamientos ante la vida. Son viejos luchadores. En 1972 cuando el terremoto y luego en 78 y 79, durante la guerra revolucionaria, los supermercados La Colonia sufrieron 21 saqueos. Aún así, tras estas pérdidas, ellos fueron capaces de cerrar los supermercados para irse a la huelga general en contra del último Somoza.

Ya con el primer Somoza, su padre, Felipe Mántica, uno de los fundadores del PLI, tuvo que salir exiliado. Sin embargo, a pesar de tantos encontronazos con gobiernos corruptos, Mántica Abaunza declaró recientemente sobre el caso Alemán: “Nunca ví antes un momento tan explosivamente corrupto como éste”.

Así entró de lleno a la lucha anticorrupción este empresario, líder religioso, teólogo, charlista mundial de cursillos de cristiandad, creador de la comunidad católica Ciudad de Dios en Nicaragua, miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua, políglota (español, inglés, francés, italiano y nahualt), investigador tanto de los íntimos detalles de nuestra nicaragüanidad al revelarnos particularidades del Cuecuense, como inventor del más sofisticado programa en sistena Lotus para llevar el control de sus empresas.

“No soy accidentalmente un empresario. Me entusiasma el crear empresas y tener siempre un proyecto nuevo caminando. En el campo de los negocios hay que ser el primero, o ser el mejor. Ser pionero”, sentencia.

El Plan Azul y Blanco

“Yo siempre he estado en esta lucha anticorrupción. Desde hace cuarenta años he luchado permanentemente por transformar la sociedad. Al principio a nivel de ambiente y después en una transformación en la escala de valores, si querés con un trasfondo religioso y quizás lo que tiene de nuevo es que hay un cierto contexto político”, dice Mántica.
El primer contacto con Don Enrique en esta misma línea fue una reunión clandestina semanal para escribir lo que se conoció como el Plan Azul y Blanco, en la década de los ochenta. “Se trataba de diseñar una Nicaragua mejor. Se adentró en el campo de los valores y se descendía a un plan de gobierno que se le entregó a Doña Violeta en su momento y que no se implementó”, relata Chale.

Don Enrique Bolaños estaba en el Cosep, y cada uno de los participantes analizaba distintas áreas.

“La iniciativa fue de Don Enrique. Yo lo conocía, pero muy superficialmente. El me invitó a participar en un grupo que éramos aproximadamente ocho, diez personas. Pablo Antonio(Cuadra), Iván Escobar, Doña Justa, en fin! Ibamos viendo la familia, la salud, la propiedad. No era estrictamente político, pero se tradujo en un plan de gobierno concreto; el Plan Azul y Blanco, para que al que gobernara posteriormente, le pudiera servir como punto de partida. Se definía a nivel de legislaciones a seguir, medidas concretas”, explica.

Una “conversión colectiva”

Y así como trabajó en este plan, fue después uno de los ocho asesores de campaña para Doña Violeta; luego al principio con Alemán; más tarde en la Vice Presidencia con Don Enrique. Como una constante, Mántica no espera, ni acepta posición alguna, porque asegura que no es dueño de sí mismo para disponer de su tiempo.

Al valorar las razones por las cuales los nicas parecemos empantanarnos a veces, Mántica dice que “estamos como estamos porque somos como somos. Hemos venido acumulando décadas tras décadas de antivalores y nos hemos dejado seducir por ellos. Algunos pueden tener esa conversión a nivel personal, ¡pero una conversión colectiva es lo que me entusiasma! Y Don Enrique está abriendo la puerta a una auténtica conversión colectiva a un nuevo modo de ser nicaragüense”.

Agrega Carlos Mántica que “el nicaragüense se corrompió mucho en las últimas décadas. Creo que el terremoto dejó aflorar mucha de la corrupción que existía dentro de nosotros. Pero admiro la hospitalidad del nicaragüense, la capacidad de reírse de sí mismo, la capacidad de perdonar.

El nicaragüense es capaz de superar barreras de diferentes clases e incluso olvidar y empezar de nuevo. Creo que ése es un valor muy positivo en Nicaragua”.

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