miércoles, 4 de febrero de 2009

Nicaragua y el Padre Victoriano Arizti

Cuentan que cuando Nicaragua le declaró la guerra a Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler no pudo encontrarla en el mapa, y nos salvamos. Don Victoriano la encontró en 1972 por pura casualidad, en ocasión del Segundo Cursillo de Cursillos Centroamericano, y damos fé de que fue un amor a primera vista.
Amor, porque lo demostraría ampliamente pocos meses más tarde cuando Managua fue desolada por un terremoto y Victoriano movió cielo y tierra para acudir a nuestro auxilio. Y a primera vista, porque en los más de 30 viajes restantes no hizo más que cultivar aquel primero y mismo amor.
Yo siempre me pregunto qué pudo gustarle de nosotros. Él afirma que Nicaragua es como un laboratorio que Dios ha construido dentro de su Iglesia, para experimentar y poner en marcha una serie de iniciatias del Espíritu Santo que luego se van transmitiendo a toda la Iglesia. Hay mucho de cierto en esto, aunque es igualmente cierto que el Gran Falsificador, el que fue asesino desde el principio, parece también haber escogido a Nicaragua para convertirla en semillero de errores, falsedades y de maldades que en su momento exportó al resto del mundo.
Para entender a Nicaragua se necesita conocer su flora y su fauna. Pero sobre todo a sus faunos. En Nicaragua encontró Victoriano especímenes incalumniables, como aquel San Erwin de Nicaragua, que sigue descansando en paz, que es ahora patrono de la alegría y de quien se cuentan las más insólitas vivencias del mundo de Cursillos. A un Monseñor que entró como Capellán en una de nuestras múltiples invasiones armadas contra la dictadura y que a sus 92 años de edad continúa todavía dando guerra. A un compositor marxista de fama internacional que hoy se precia de tener a un cura entre sus mejores amigos y a quien dedicó una de sus mejores canciones. A un grupo de descachimbados mentales que él adoptó como su grupo ultramarino... y hasta a un comerciante, medio predicador, y medio bohemio, que lo quiere como a un hermano.
En pocas palabras se encontró con almas muy parecidas a la suya. Detrás de su explicación hay un cierto narcisismo en donde no sabemos si él se hizo un poco como nosotros o nosotros un mucho como él, o ambas dos cosas, juntas, a la vez, togheter.
Durante uno de sus viajes nos confesaba que su vida sacerdotal de más de cincuenta años tiene dos fases. fue una manera educada de decir que el Señor lo partió por el eje. Los primeros 25 transcurrieron en la ortodoxia, el orden y la paz. La segunda parte de más de 25 años entre la búsqueda y el asombro. Y creo encontró lo que tanto buscó Ponce de León, su compatriota: La Fuente de la Eterna Juventud: Ad Deum qui letificat juventutem mena. Al Dios a la vez alegre y fuente de alegría y de juventud, que desde un principio planteó tener un cura a su imagen y semejanza.
Durante sus viajes a Nicaragua aprendió a comer Maduro en Gloria, a alabar al Señor como un desaforado, a estar abierto a resucitar muertos, mientras aprendemos a mover montañas, a no dejarse abatir por las adversidades, y a estar siempre atento en detectar la nueva jugada que el Señor nos tiene guardada en su chistera para renovar la faz de la tierra y entregarnos entonces a ella con renovada ilusión, porque todavía hay mucho más por ver y el Señor nos ha dicho que todavía veremos y haremos por Él cosas que jamás soñamos. Siempre con el sello de su alegría, de su juventud, de su humor desbordante.
Gracias Victoriano por todo lo que nos has regalado. Es decir, por ti mismo. Que el Señor te continúe bendiciendo y te permita realizar aquel sueño tuyo de pasar la mitad de la eternidad mirando y admirando todo lo que el Señor pudo hacer porque tú estiviste allí como instrumento suyo... Y la segunda mitada alabándolo y bendiciéndolo por todo lo que continuará haciendo después que tú y yo nos hayamos fugado hacia la Casa del Padre y nos reunamos con el Viejo Roble, Doña filo y la Soco, hecho posible porque un día hubo un golfo que supo decir sí a su llamado, y a pesar de todos los pesares, llegó hasta el final como cura empedernido. ¡Amén!
Escrito por Chale Mántica, amigo y hermano de P.Victoriano Arizti