lunes, 23 de junio de 2008

CARLOS MEJÍA GODOY

Por Carlos Mántica

Conocí a Carlos en casa de Erwin Kruger donde nos cantó composiciones que obligaron al maestro a parar la oreja y prestar atención a aquel chavalo de sólo 21 años, que con carita de “yo no fuí” y serrucho en mano, llegaba a apantallarnos. Corría el año 1964. Cuarenta y tantos años de amistad con Carlos me acreditan al menos como testigo de una trayectoria artística que tuve el privilegio de seguir “al vivo y en directo”.
Metido a publicista y artista radial empezó a trabajar para la Publicidad Centroamericana de Carlos Cuadra y de Gonzalo Cardenal quienes me pidieron patrocinar, a nombre de Radios National, su programa Corporito en el que Carlos estrenaba diariamente parodias musicales de corte político que le ganaron de inmediato la simpatía del pueblo y la antipatía del Coronel Luna quien, a causa suya, multó no pocas veces a Radio Corporación. A las 6 de la tarde se trasmitía El Son Nuestro de Cada Día donde Carlos estrenaba sus nuevas composiciones. Como todavía le sobraba música, componía melodías como La Quebradita, que antes de tener letra, nació como puente o cortina para el programa de Pancho Madrigal.
Desde sus parodias y primeras canciones Carlos se destaca ya como un gran versificador. Su metro es impecable y su rima, casi siempre asonante, fluye con tal naturalidad que cuesta discernir si es fruto de una cuidadosa preparación o de una admirable riqueza de lenguaje que le permite la improvisación. Incansable lector, combina en sus canciones un lenguaje culto y con frecuencia poético, con un espontáneo y nunca rebuscado uso del habla nicaragüense, que es su habitual y auténtico modo de hablar.
No recuerdo a otro compositor Nica que maneje con igual soltura el habla campesina, el habla citadina y hasta el Escaliche. A diferencia de quienes buscan la picardía abusando de la vulgaridad de nuestro hablar, no encontraremos en las canciones de Carlos una sola palabra soez. Aunque él asegura que mi libro El Habla Nicaragüense es uno de sus libros de cabecera, es obvio que su maestría del lenguaje la obtuvo en su juventud ocotaleña y en el contacto directo con centenares de personas de todos los rincones y estratos del país. Sus nombres y apodos se consignan en sus canciones como una bibliografía viviente.
Durante la década de los 70, Carlos se adentra en la Canción Protesta, que antecede a su identificación con la Revolución Sandinista. De ese período recordamos:
Algún Día mi Amor, inspirado en un poema de Edwin Castro, Chile, Chile Hermano, Cuando Venga la Paz ( Co autor Allan Bolt ), Cuando Todos los Seres se Amen, De las Cenizas, Desde Siuna con Amor, El Salvador en la Víspera de su Alborada, El Cristo de Palacagüina. Fulgencio el Carretero, La Vende Raspados, La Tumba del Guerrillero basada en un poema de Ernesto Cardenal, Algún Día mi Amor, inspirada en un poema de Edwin Castro, Las Campesinas del Cuá, Los Entierritos, Los Pescaditos del Lago, Mulukukú, Navidad en Libertad, Niña del Vietnam, No Puedo Callar, Venancia Pechos de Cabra, María Rural, Pinocho Pinochet, Rompe el Arado, Rompe, Señor Juez de Mesta, Sos Obsoleto, Tasba Pri, y Vivirás Monimbó
Pronto se manifiesta en Carlos una peculiaridad que deseo destacar. Si a Erwin Kruger se le ha llamado alguna vez nuestro gran paisajista, Carlos es nuestro mayor y mejor Retratista, con el carisma de poder dibujar un personaje y narrar su historia con cuatro pinceladas. Baste recordar:
Abuelita, Beatriz la Meretriz, Chas Mejía, Chinto Jiñocuago, Clodomiro el Ñajo, Firuliche,
Juancito Tiradora, Julián el Organillero, La Pingüina, La Tula Cuecho, Lencho Escaliche,
María Estelí, María de los Guardias, Panchito Escombros, Quincho Barrilete, Tata Bucho, y Terencio Acahualinca..
La lista parece una de sus retahilas.
Son las preferidas del público porque tienen melodías pegajosas, fáciles de interpretar y de conservar en la memoria. Igual talento muestra para las narraciones en las que una vez más resaltan su gran talento gráfico y sus cualidades de versificador. Recordemos:
Sus Corridos a Rafaela Herrera y a La Batalla de San Jacinto, que creo cantó sólo una vez, Cuando La Marucha llegó al Cielo, El Chiripazo, La Honra de la Juana, basada en un cuento de Salarué, La Carmen Aseada ( Que le palabreó Carlos Cuadra ), Las Pipilachas de Oro ( Marcela Muchacha Paladina, del Poeta Pablo Antonio ) Ticuantepe sin Vos; y La Viejecita de Mozambique basada en un episodio de la vida real, escrita de un tirón minutos después de escucharla de boca de Don Victoriano Arizti y que jamás necesitó pulir.
A su pasmosa fecundidad se suma una versatilidad no superada por ninguno de nuestros compositores. Tiene en su haber: Innumerables Son Nicas, Baladas como la Jalalela del Esclavo Bueno (musicalización de un poema de PAC), Valses, Polkas como La Flaquita de la Tunosa, Corridos como Que Viva Managua, Pasillos como Alforja Campesina, Rancheras como su reciente Leona de Tiempo Completo dedicada a las madres nicaragüenses, Habaneras como El Almendro de Onde La Tere, Mazurcas como Cuando Yo La Vide, Sones de Pascua como su Gajo de Chilincocos, Sones de Toros como sus Bombas a Mingo, Instrumentales como El Remolino, Corales como Moropotente, varias Marchas al Frente Sandinista y al menos un Tango: La Desgracia; (Cifar En la Cárcel ), un Swing: El Tatuado; un Vallenato: Chuchú Martínez Murió, un Calipso como su reciente Desde la Loma de Bluefields, Sambas como Luna de Palo, un cha- cha-cha como Minifalda Papacito de la década de los 60s, Vamonos pa’ la Cuesta que suponemos un Mambo pues lo interpretó Perez Prado en Nicaragua y otros ritmos que escapan a mis escuálidos conocimientos musicales.
No puedo dejar de señalar que a diferencia de la mayoría de nuestros mejores compositores, que empezaron a crear para enamorar a alguna chavala no se le conoce un solo bolerito romántico. Sin duda los tiene, pero son un secreto celosamente guardado, que no sabemos si lamentar o aplaudir.
Durante quince años, un grupo constituido por Los Bisturicess Armónicos, ( Dres. César A. Ramírez Fajardo, César Zepeda Monterrey y Wilfredo Álvarez ) Carlos Mántica y Erwin Krüger metidos a folkloristas que en 1970 montaron el Primer Festival Folklórico Nicaragüense donde es hoy el Centro Comercial Managua, Salvador Cardenal Arguello, y su hijo Lorenzo (Chocoyo) Cardenal, José Floripe Fajardo, compositor; poetas: Pablo Antonio Cuadra y Luis Rocha; doctores: Fernando Silva, César Amador Kuhl, Luis Favilli, José Fabio Góngora, Paulino Castellón, y Juan Ignacio Gutierrez, se reune casi religiosamente todos los jueves por la noche.
Ahí, entre tastases y zocorocos, se estrena una canción, un nuevo poema, se comparten las piezas recogidas, se lleva a los mejores intérpretes que hemos ido descubriendo en cada localidad, se hacen grabaciones que alguna vez se ponen en disco... y se cocina alguna versión exótica de nuestra carne de monte: venado, cusuco, guatuza, guarda tinaja, pato, conejo... y hasta algún cuchusapo. Fruto de ese trabajo de recolección será el libro Cantares Nicaragüenses publicado años más tarde por el Dr. César Ramírez y este servidor.
Carlos Mejía Godoy forma parte de este grupo desde un principio. Ya había iniciado el Taller de Sonido Popular y en la década de los ochentas se convertirá, junto con Wilmor López en el principal recolector del canto nicaragüense. A ellos debemos la Brigada de Salvación del Canto Nicaragüense que recorriera lo largo y ancho del país en busca de la canción perdida.
Durante ese tiempo pone letra a sones folklóricos como: Comadre Téngame al Niño que escuchó al ahora difunto Mundo Sandoval, y Flor de Pino que le escuchó en violines de talalate a los Soñadores de Saraguasca. También pondrá música a lo que tituló Las Vaquitas de Don Nelo, una canción anónima que el Padre Azaharías H. Pallais escuchó una vez en Poneloya y cuya letra recitó a Don Nelo Bravo.
En una de esas guitarreadas semanales conoce en mi casa a al Padre Victoriano Arizti, el trotamundo Vasco de su Viejecita de Mozambique quien lo induce a viajar a España, ofreciéndole introducirlo en ciertos medios musicales. El 31 de Enero de 1974 y con temperaturas cercanas al punto de congelación, aterrizan Carlos y los primeros Palacagüinas en el Aereopuerto de Barajas vistiendo cotonas, blue Jeans y caites. Ahí los espera Victoriano quien cumple con lo prometido y pasadas las primeras dificultades logran un triunfo rotundo con 125 conciertos de gala en toda España auspiciados por la CBS.
Llevan ya en su morral El Cristo de Palacaguina que le grabara Elsa Baeza, María de los Guardias que le cantó La Masiel y La Misa Campesina que se había venido incubando a lo largo de varios años, con su Canto de Entrada, Kirye, Ofertorio, El Credo, El Gloria, Canto de la Comunión, y el Canto de Despedida, a la que se ha agregado el precioso Canto de los Pájaros de Pablo Téllez, El Guadalupano.
Llevan también Son Tus Perjúmenes Mujer, recogida por los Bisturices Armónicos en Cosigüina y que le daría la vuelta al mundo.
En España nacerán: Girasol de Andalucía, La Niña de los Ojos de Avellana, La Viejecita de Mozambique, Julián el Organillero, Palabra de Piedra, su segunda versión de El Tatuado, El Barrilete de Colores y La Servilleta.
Con la estadía de Carlos en España se da un salto cualitativo en los arreglos y orquestación de la música nicaragüense. Del trío se salta a la Sinfónica de Londres que interpretará Moralimpia de Justo Santos y a la contratación de los mejores arreglistas de Europa y de Nicaragua.

Además de compositor y recolector, Carlos se convierte poco a poco en un gran divulgador de nuestros mejores compositores y de nuestro folklore. A su labor de divulgación debemos agregar la musicalización de un amplio poemario.
En 1973 invité a nuestro inolvidable Pablo Antonio a inaugurar el auditorio de Culturama con una conferencia sobre Los Cantos de Cifar y a Carlos con la musicalización de varios de sus poemas. Treinta años más tarde culminaría con su apoteósica presentación en el Teatro Nacional Rubén Darío. Su obra incluía ahora:
Una Obertura, La Barcarola, Nacimiento de Cifar, Las Bodas de Cifar, El Pirata (Inconcluso ), El Maestro de Tarca, La Desgracia ( Cifar en la Cárcel), Piolín, La Noche es una Mujer Desconocida, Telón Rodríguez Vaquero de Apompoá, A Eufemia, La Cadejo ( La Rufiana ), Tomasito el Cuque y Marcela Muchacha Paladina y Jalalela del Esclavo Bueno.
Pero los poemas de Pac fueron sólo los primeros en musicalizarse. Les seguirían:
De Luis Rocha: La Mesa y Domus Aurea
De Julio Cortázar: Noticia para Viajeros
De José Coronel: Las Poponé y Luna de Palo
De Carlos Martinez Rivas: El Paraíso Recobrado Y
De Julio Valle: Ronda Tribal
En 1992 y con motivo del Centenario del Colegio de la Asunción de León compone una Cantata casi desconocida y de no pocos méritos que no puedo dejar fuera de este inventario, pues es también testimonio de su fecundidad y versatilidad. Consta de 13 partes: Obertura, La Vida de Ma Eugenia, Nueve hermanas, El Mundo no es..., Un Estremecimiento, Quién es la Asunción, Llegada a León, Tedeum, La Tiniebla y la Luz, Final de Fiesta , e Himno del Centenario.
Y así llegamos a la labor de Carlos como militante del Frente Sandinista. Hace tiempos aprendí que las cosas deben ser juzgadas en su momento histórico. La Revolución Sandinista fue una revolución soñada e idealizada por muchos miles de nicaragüenses, que estuvieron incluso dispuestos a dar la vida por aquel sueño. Pero ninguna revolución de la historia ha soportado la carga de frustración o desengaño que el paso del tiempo les impuso.
Muchas de las canciones de Carlos son anteriores al triunfo de la revolución y lo que hacen es compartir ese sueño. Cantar su propia revolución idealizada. (Las revoluciones son a veces inventadas por los poetas.) Y Carlos canta a unos ideales y no a una ideología. Su Nicaragua nicaragüita, se seguirá cantando mientras existan soñadores de una Nicaragua mejor.
Gran parte de su Canto Épico al Frente Sandinista está dirigido más bien a la persona y a la gesta del General Augusto César Sandino, el hombre-símbolo apropiado y expropiado por el Frente, a cuyo nacimiento asisten los Arboles: La Ceiba, El Malinche, El Chilamate, El Jocote, El Espavel, El Granadillo, El Genízaro, y El Jícaro. Que se redamen las Copas, Somos los Libertadores, Es Sandino que Vive, Compañero Cesar y Un Nica de Niquinohomo
Canta también la gesta heroica de los muertos en combate, muchos de ellos amigos suyos, y sinceros en su lucha, como Carlos. Canta a: Leonel Rugama, A Gaspar García Laviana, A Camilo Ortega, a Arlene Siu,( El Zensontle pregunta por Arlene ) a la Muchacha del Frente Sandinista, a Casimiro Sotelo, Julio Buitrago, a Luisa Amanda Espinoza, al Comandante Marcos, a Pablo Úbeda y al Comandante Carlos. Y a las gestas de, Raití Bocay, y Pancasán.
Pero son relativamente pocas las canciones dedicadas al Frente como organización o partido y ninguna dedicada a sus líderes sobrevivientes.
De sus canciones al Frente recuerdo solamente: El Nacimiento ( Como un Chilotito Tierno), La Consigna, Aquí no se Rinde Nadie ( El Ave Canta Aunque la Rama Cruja ), No Pasarán ( Coautora Gioconda Belli ), En el Corazón de las Segovias, El Rapto, Himno del Frente Sandinista, 19 de Julio y el Himno de la Unidad Sandinista.
No voy a dejar fuera de inventario algunas canciones del disco Guitarra Armada que casi todos preferimos olvidar: El Garand, Qué es el Fal, Las Municiones, Carabina M1, Los Explosivos, Memorandum Militar 1-79, Un Tiro 22, Nicaragua es una 50 ( Coautor Tomás Borge )
A quienes creen que sin duda cubrí ya la totalidad de su producción musical les agrego esta otra retahila de canciones:
A Rosendo Alvarez, Al San Fernando le Zumba el Mambo, Antojitos Nicaragüenses, Batiendo Pinol, Canto de Amor a Managua, Quién es esa Muchacha, Chigüincita Campesina, El Guachipilín, La Flaquita de Esteli, Atenete al Santo, El Pocoyito, El Alcaraván, Entre los Escombros cuya paternidad no quiso reconocer juzgándola cursi, La Fritanga (una de muchas canciones hechas con Luis Enrique ), La Guitarra y la Mujer, La Herencia, La Quiebraplata, Yo te Amo Nicaragua, Las Abejitas que cantó una sola vez en mi casa y luego perdió la letra, cosa que acontece con frecuencia. Machalá, Madre Nicaragüense, Nicaragua es un Chischil, Pajarita de la Paz, Que Viva el Boer, Soy Nicaragüense Güegüence, Soy Un Ciego, Súbete, Una Señora de Telpaneca, Porque lo quiere la Gente...Herty será Presidente y otras que sólo canta en la intimidad como: Mamá, Ese Chigüincito y Cuando Tú llegues dedicadas a sus hijos.
César Ramírez cree que Cuando Cae la Brisa la escribió Chas Mejía; pero yo la consigno como de Carlos porque, como decía El Indio Pan de Rosa: lo que es de mi papá es mío.

He llegado al final de mi testimonio sobre la obra musical de Carlos. En mi inventario, todavía inconcluso e incompleto, he nombrado por su nombre, santo y seña más de 182 canciones que lo colocan como el más prolífico de nuestros compositores, y como el más versátil. Pero falta caña que moler y estoy seguro que Carlos nos continuará sorprendiendo muchos años más. Cuando escribo estas notas me dicen que Carlos anda en España donde grabará un disco con sus mejores intérpretes españoles y que ya casi termina su nueva “ Misa de la Alegría”. Llegue a él mi más fraternal abrazo.
Tomado del libro “Pura Jodarria”

sábado, 21 de junio de 2008

Recuerdos de la vieja managua

Ruego a todos me disculpen el que, abusando del privilegio de dirigirme a tan selecta concurrencia, comparta estos recuerdos en memoria de mi padre, Don Felipe Mántica Berio

Característica de la Managua de mis primeros años fue el que muchos empresarios de aquel entonces, sin importar la naturaleza o tamaño de sus negocios, tenían por casa de habitación el piso alto o la parte trasera de sus propios negocios, logrando de este modo conjugar su actividad empresarial con los deberes de su vida familiar.
Por eso mi primer recuerdo de niñez - 1939- es el de mi papá, sentado al caer de la tarde, con un hijo gemelo en cada rodilla, contándonos las interminables Aventuras de Don Nicola, que él se iba inventando cada día; como lo hizo antes que él su padre don José Mántica Calvi, con sus once hijos y como lo hice yo con los míos, inventando para ellos cada día las Aventuras de Don Búho y el cuento aquel de El Cuento que No Quería que lo Contaran hasta que comprendió que si no se contaba desaparecería un día de nuestra memoria. Por eso vengo esta noche con mi cuento, para que ciertas cosas no se olviden.
Me veo con mi gemelo Felipe, cargando, o arrastrando, nuestro propio pupitre, camino a la casa-escuela de las Salvatierra, frente el costado sur del Gran Hotel donde aprendimos las primeras letras deletreando: O, Ese o, So: O-so, en el Silabario Catón, bajo la tutela de Doña Chilita, alta, correosa y dura - pero dulce - como caña de Purísima; de Doña Luisita su hermana, cachetona y sonriente como todas las gorditas y de Dña. Sarita, de rostro siempre airado; las tres con más años que el Momotombo... o así nos parecía.
Me recuerdo bajando apresurado las escaleras de nuestra casa, frente al costado sur del Almacén Dreyfus, al escuchar el grito de ( Sieempre se afilaa !, para salir al encuentro del anciano ciego, o casi ciego, de anteojos negrísimos y redondos, que alguien me ha dicho se llamó Don Wenceslao Gutiérrez, y examinar, una vez más, la ingeniosa armazón de madera de una sola rueda, que el afilador empujaba como carretón de mano y que yo estudiaba maravillado, porque luego se sostenía en posición vertical y se podía accionar entonces el pedal que impulsaba el disco de afilar. Su pregón lo cantó el Maestro Llanes en un precioso corrido que muy pocos recordamos.
Hasta nuestra casa - almacén llevó mi padre al conjunto de Los Gardelitos, integrado por el papá, la mamá y una marimba de chavalos, que fueron quizás quienes despertaron mi afición por la guitarra.
Allí, llegaba a ponernos, inyecciones a domicilio la Petroncita, que recorría las calles de Managua con un pequeño y lullido valijín de médico, color café; y nos llegaba a pelar el maistro Ernesto Esquivel, que siempre protestamos nos jalaba mucho las patillas, con su maquinita de rasurar de mano. Hoy vive en California.

Alcancé a ver los barcos de vela que llegaban a El Muelle, procedentes de San Francisco del Carnicero, donde una señora gorda, de delantal blanco y una nube en el ojo vendía vigorón. (Mi primer vigorón! Al caer el sol encendía el candil, que nos marcaba la hora de regreso. Y allí mismo recibí mi primera lección de amor y respeto a los símbolos patrios, cuando al bajarse la bandera del cuartelito que guardaba la entrada del muelle, la Chica Castillo, mi china, nos tomaba de la mano y nos obligaba a interrumpir la marcha y guardar silencio con una mano sobre el pecho, mientras duraba el solemne toque del clarín.
Más tarde se construyó allí mismo el Malecón, por iniciativa del Alcalde Andrés Murillo, cuñado de Rubén Darío a quien el Doctor Debayle acusaba de haberle arrebatado el cerebro del poeta después de la autopsia. Fue durante su administración que se ordenó que todos los caballos cocheros llevaran un bramante bajo la cola para no ensuciar las calles de Managua.
En ese malecón, vi muchas veces a quien sólo conocimos como El Campeón de Bicicleta, haciendo sus gracias y acrobacias arriba del muro de retención, con una jacket de colores brillantes que todos envidiábamos.
Me asomé a ver un maratón de baile en el Casino Olímpico, que me pareció muy aburrido y una vez me atreví a arriesgar un pleno de diez pesos, en la ruleta de Moncho Bonilla.
En una barrera improvisada presencié allí mismo la lucha a muerte de un feroz león africano contra un toro tigrero chontaleño. Fue un triste espectáculo y el respetable público optó por abandonar el local antes del fatal desenlace, porque los cuernos limados del toro nos indicaban que aquello era Pelea de Burro Amarrado con Tigre Suelto.
No se tome, por favor, como una asociación de ideas de mal gusto, pero fue también allí y en ese entonces que escuché a Oreja 'e Burro tocando su trompeta en el Copacabana; nuestro inolvidable Gastón Pérez.
Pero, sobre todo, fue donde gozamos de un resurgir de la retreta, que yo había visto en el parque Central de San José durante el exilio de mis padres a Costa Rica, en 1944, y ya matacán en el parque de León, donde las muchachas caminaban en un sentido y los chavalos en dirección opuesta, para poder hacerse alguna seña.
Al finalizar la tarde, alcanzábamos todavía a saludar de largo a las chavalas de la Asunción que, asomadas a las ventanas, nos sonreían coquetamente, pero sin atreverse a más, so pena de algún severo castigo de las monjas.
Muy cerca de ahí, en La Estación ( del ferrocarril ) y en mis viajes de regreso al colegio Centro América, compraba a escondidas el prohibido ) Y Qué Pues...? que el enorme Panchito Herradora, firmaba como Director, Redactor, Repartidor y Chupador. De él se cuenta que evadía la cárcel acostándose en el suelo, porque el levantarlo requería una patrulla entera de la Guardia.

Yo me corrí de las pedradas de Maximiliano y de los insultos de aquella pobre vendedora de lotería, que nunca fue loca o a quien enloquecieron los gritos de (Chachureca!, con que la atormentaban los chavalos del vecindario. De la Cacho >e Pelo y de la Santos Lucero que nos inspiraban horror, y de La Cocoroca quien, siendo yo muy niño todavía, me pellizcó por repetir el grito de (Viva Chamo...sa!
Guardo gratos recuerdos de El del Cabrito, cuyo nombre no debí olvidar, pero he olvidado, que llegaba a Casa Mántica en su carretoncito de propulsión a cabro, a recoger semanalmente su mesada. Y de Polito, a quien mi papá regaló su silla de ruedas y una vez me hizo viajar dos horas en el subway de Nueva York para comprarle una jacket que lo protegiera del frío. Fue nuestro primero y único C.P.F. y estaba de turno, muy serio, cuidando las vidrieras de la tienda la noche del terremoto del '72, que predijeron separadamente el Ingeniero Santos Berroterán y Sor María Romero.
Cuando cumplí seis años nos trasladamos a la casona de tres pisos de la Calle del Triunfo, la primera casa que construyó Cardenal Lacayo Fiallos, que quedó intacta después del terremoto y que una vez soñamos poder convertir en un museo que honrara la memoria de mi padre. Su paradero actual no parece ser muy claro.
Allí mismo y el propio día de nuestra Primera Comunión quedaron presos, con la casa por cárcel, mi padre y varios de sus hermanos, por el delito de ser Italianos, a pesar de haber nacido en Chinandega. Mil Novecientos Cuarenta y Uno.
Los eventos y lugares notables de esa década fueron para nosotros:
Las corridas de toros en El Caimito, donde toreaba El Gato y montaba el toro una hermosa morena de pantalones kakis; y donde vi de lejos, por primera vez, al Viejo Somoza.
La llegada a Nicaragua de Mappy Cortés que provocó casi una asonada al asomarse a la baranda del Hotel Lido Palace.
La visita de Agustín Lara, que según decían se prendó de la Negra Sansón, a quien conoció en el Lobby de El Gran Hotel.
La boda de Tachito en el Palacio de Comunicaciones, quien siendo ya Presidente preguntó una vez altivo a Jaime Chamorro, hermano de Pedro Joaquín: )Y vos quién sos? A lo que Jaime contestó: Jaime Chamorro... ) y vos ?
Las prácticas de basketball de Las Grifas, en el gimnasio, donde acudíamos para ver jugar ( o descansar ) a las lindas atletas. Fué en aquel gimnasio donde alcancé a ver pelear a Francois González, mucho antes de que naciera el Ratón Mojica, cuantimenos Alexis, que ya es de ahora ... y de siempre.
Los Matinés de El González, que tenía antes su entrada frente al Club Internacional y que se quemó poco después. Allí vi mi primera película de Tarzán.

Las compañías de variedades que llegaban al Luciérnaga, donde vimos a Paco Miller con Don Roque.
Las series de Batman, en el Cine Alameda que, como todo lo demás, se anunciaban con La Barata de Santos Ramírez. Todavía llamamos baratas, a los estruendosos vehículos que, armados de altoparlantes, continúan atormentando nuestros barrios.
Las películas del cine Tropical, con sus mecedoras de mimbre en su techada sección de Palco y bancas de palo en su sección de Luneta a cielo abierto; separadas únicamente por una verja de madera, que todo el mundo se brincaba con el primer aguacero. Solo el Arquitecto Maurice ( El Chino ) Pierson, compraba boleto de Palco y se pasaba a Luneta; como él mismo cuenta en su libro inédito: Aventuras de Cuando Yo Era Baboso.
El primer cine con aire acondicionado fue El Salazar, que se estrenó con El Gran Caruso de Mario Lanzas, que todo el mundo aseguraba era nicaragüense y de los Lanzas de León.
Y después del cine, un sorbete en el Bomboniere, con las chavalas, donde un niño de escasos siete años, aborreciendo la mendicidad, recitaba largos poemas de Darío y pasaba luego su gorrita para recoger algún dinero.
El Centenario de Managua del que fue Reina mi cuñada Mireya Cuadra de Jackman - que me ahorca si no la incluyo en estas memorias.- Para la celebración del Centenario concursaron varios compositores y Justo Santos agregó a su inmortalMoralimpia, una letra de ocasión que nos pareció a todos un auténtico sacrilegio musical y optamos por olvidar para siempre. (Que desastre! habría dicho Tinito Lopito que estrenó por ese entonces su corrido Managua.
Algunos años después, la inauguración del nuevo Estadio en ocasión de la Décima Serie Mundial de Baseball Amateur, a donde acudí el día de su inauguración solamente, para admirar a las madrinas: Maruca Portocarrero, Mary Lou Downey, Ada Francis Peñalba, Bertita Zambrano, Daisy Solórzano Thompson, Mary Lou Patiño, Yolanda Rodríguez y Luvi Navas. ( A la Undécima Serie la llamó mucha gente La Equis Palito, por sus números romanos ). Me declaro culpable de lesa ignorancia beisbolera, a pesar de que muy niño tuve el privilegio de servir de pasabolas a Chiquirín García, Moncho Méndez, el Zurdo Dávila y al Bachiller Ponciano Lombillo, cuando llegaba el Equipo Chinandega a practicar en la Quinta Nina de mi abuelos paternos, donde en 1965 tres de sus hijos construyeron el Centro Educacional Mántica Berio, en homenaje a su memoria y en agradecimiento a la ciudad que los vio nacer.

En nuestra nueva casa de la Calle del Triunfo, nos honraba con su visita Carlitos del Parque, que peinaba incesantemente las calles, vestido siempre de blanco inmaculado, como su piel; de saco y pantalón almidonados y quien, por su dulzura, me pareció siempre un ángel trashumante que hubiera extraviado el camino en su viaje de regreso al cielo; donde hoy continua, sin duda, peinando las calles de jaspe, zafiro, calcedonia, esmeralda y sardónica de la Jerusalem Celestial... mientras Peyeyeque las pule con esmero. Porque de los sencillos y de los humildes es el Reino de los Cielos.
En nuestra casa frente a Comunicaciones vivió por cinco años, Dona Florentina González y Ciprés, doctora en psicología con post-grado en ciegos y niños discapacitados, a quien logró traer mi padre como maestra de mi hermana, por concesión especial del gobierno mejicano al Doctor René Schick. Fue ella quien entrenó gratuitamente a las primeras maestras especializadas de nuestro país. Con La Operación Apolonio del Club 20-30 se inició la construcción de la primera escuelita, que quedó bajo la dirección del inolvidable filántropo, el Doctor Apolonio Berrios, vecino también de mi casa, a quien una vez visité por razones de la construcción del edificio que regaló mi padre para la escuela, y que cuando me percaté ya me había clavado una inyección.
De regreso a México, Doña Florentina contrajo matrimonio con el Doctor Ramón Romero y solo una vez regresó a Nicaragua, durante la década de los '80, para ser condecorada por el gobierno.
Los Domingos atraían nuestras miradas el Chele de Catedral, que era albino y que mirábamos pasar admirados, sin entender su piel; o el Gordo de San Antonio, sacristán de calzones tiesos por el infaltable almidón y que tenía un cierto parecido con elGordo de la Lotería, una especie de gigantona que recorría las calles con tambores, anunciando el gordo o premio mayor del próximo sorteo.
Como olvidar a Doña Pochita que vendía a 5 centavos la pana de jocotes o la pulpería de las Zelayas con los churros a medio centavo cada uno, y que vivían pegado a un señor Barillas que alquilaba bicicletas en la esquina opuesta a Comunicaciones. Al paletero de los Rolling Pin y al señor de los barquillos que se anunciaba sonando su triángulo y gritando: Que son de canela, que son de limón, señora María que ricos que son.
Gozamos del cariño de Reginaldo Montcrift, quien con su figura cadavérica atemorizó a las chavalas con su breve aparición en la película Rapto al Sol - el único nicaragüense de ese tiempo que junto a Gabry Rivas y Liliam Molieri podía jactarse de haber sido artista de cine- y cuyos títeres divirtieron a toda una generación de chavalos. Mi padre le regaló un acordeón, que nunca aprendió a tocar, y sus primeros títeres, pero los niños se reían más cuando Montcrift se asomaba a saludar, que con las gracias de los títeres.

Cuando en Noviembre de 1956 abrimos el primer supermercado de la ciudad, Montcrift, entre función y función anunciaba por sus parlantes: (Compren dónde los gemelos!, refiriéndose desde luego a mi hermano Felipe y a mí, aunque su nutrida audiencia nunca entendió el mensaje y continuó acudiendo a la Tienda Los Gemelos del Mercado San Miguel. Algún día la Alcaldía de Managua pondrá su nombre a un parque, en honor a este Quijote que consagró su vida a la niñez.
Ahí vimos a Colevaca, dormido en una banca de la Plaza de Comunicaciones, cuyo apodo permanece en el habla nicaragüense como sinónimo de metiche e igualado. Erwin Kruger me aseguraba haberlo visto entrar, siempre de leva, en las oficinas del Presidente Miguel Alemán, en aquellos tiempos en que Rogerio y Salomón de la Selva mandaban en México y el Trío Monimbó triunfaba en la X.E.W.
Mientras tanto, en Nicaragua, se iniciaba toda una nueva era de la radiodifusión.
La Voz de la América Central de Don José Mendoza Osorno fue la gran pionera en el ramo, que quedaba de la Empresa Vargas una cuadra a la montaña y media abajo y que tenía escenario y un auditorio para cerca de 200 personas.
A las 6 de la tarde, La Hora Infantil, de El Tío Popo, Rodolfo Arana Sándigo, quien iniciaba su programa con un: )Quién le tiene miedo al Lobo Feroz? Y el chavalero contestaba : (Naadie!, porque en ese tiempo todos los programas eran al vivo y en directo y no había más grabaciones que las que hacía en discos de acetato Don Juan Navas, en la Colonia Lugo. En 1959 Don Rodolfo pasó a Radio Mundial y fue el primer intérprete de Pancho Madrigal, el personaje radial de mayor duración en el país y que Fabio Gadea Mantilla encontró una vez en una cañada de su pensamiento.
A las 7 p.m., Alberto Ferrey, con su personaje El Indio Pantaleón, el pioneroensu género. A la hora del programa eran inútil visitar a las amistades, que estaban todas pegadas al radio oyendo a Pantaleón.
Y a las ocho de la noche, es decir bien noche para darnos más miedo: El Monje Loco, de Julio César Sandoval: (Nadie sabe... nadie supo la verdad, en el horrible caso de los Tres Hijos Malditos! Y una escalofriante carcajada, quizás de José Dipp Mac Connel, que nos ponía los pelos de punta.
Todo esto sucedió mucho antes del nacimiento de Radio Corporación en 1965, donde Gustavo Valle Schaffer hizo sus primeros pinitos; antes del programa político del los Bachilleres Montealegre y Aguilera, de Radio Panamericana; de Radio Centauro, de Don Salvador Cardenal, precursora de la Güegüence; la primera con programación de música clásica; de Tamakún el Vengador Errante, de Kadir el Árabe, de El Dolor de Ser Pobre o de El Derecho de Nacer con el Cuadro Dramático de Radio Mundial, y que hacía llorar a todas las señoras.

Llegue nuestro recuerdo y reconocimiento a Don José Castillo Osejo, a Joaquín Absalón Pastora, Polito Rosales, Chepe Chico Borgen, Bin Morales, Mamerto Martínez, Oscar Pérez Valdivia, Julio Orozco, Elsa Arana, Cela Lacayo, Esperanza Román, Sofía Montiel y tantos otros pioneros de la radiodifusión nacional. Y a Don Salvador Cardenal Arguello a quien debemos además la preservación y divulgación del Canto Nicaragüense.
Sabemos de sobra que podría mencionar a muchos otros personajes de ese tiempo. Pero interesa más por qué se nos han hecho inolvidables. )Será acaso que ya no existen personajes como estos?, o por el contrario existen ahora más que nunca, pero pasan desapercibidos a nuestro lado y ya no nos detenemos a mirarlos.
En un bellísimo escrito dice Pablo Antonio Cuadra :
Se muere antes. Cuando cesa el amor. La ciudad, ignora las estrellas. Pasa junto al pobre árbol famélico y ni siquiera lo interroga. Llega al mar y solo usa su infinito volumen lleno de retos y de ritmos, la ola final, la resaca, para la prosaica operación de un baño. Cuando cruza un río, o una carretera y cree admirar el desfile de sus paisajes, lo que admira es la velocidad del motor que lo arrastra. Cuando habla de la tierra ya es tarde; solo conoce la tierra en el túmulo. La ciudad envenena a la naturaleza porque ya no la ama.
Yo pienso como PAC que el mal está en nosotros y algo ha muerto adentro. Pero que quizás ha sido la nueva ciudad quien lo ha matado. Que ya no tenemos lugares donde detenernos y mirar, o lugares de encuentro capaces de suscitar una relación.
Mi hermano entrañable, el Ingeniero Jorge Arguello Barra, de fino humor incisivo, viajó una vez a Costa Rica después del terremoto y a su regreso nos comentaba con fingido asombro: (Y tienen aceras! Nosotros ya no teníamos aceras y con ellas perdimos la oportunidad de caminar y de detenernos y mirar.
Recuerdo a mis padres, sentados en la acera de su nueva casa al caer de la tarde. (Puerteando! La espera del repartidor de La Prensa. Bajo el poste de luz, el policía que enamoraba a una empleada de mi casa y a todas las domésticas del barrio. El saludo a los vecinos: (Buenas Noches!. Y el (Adiós amigoó! de cada transeúnte. Y con el puerteo, la tertulia. La de Romulete, cerca de la Esquina de los Cochones. La de Don Pedro Joaquín Chamorro Zelaya. La de los novios visitando a la novia en la acera, de aire acondicionado natural, bajo la vigilancia de la Asuegra@, siempre alerta. La del transeúnte deteniéndose unos minutos para algún comentario, una bola o el último tapazo. Y la del chavalero reunido en las aceras de alguna casa amiga. Fué allí donde nos enamoramos de todas las muchachas, antes de enamorarnos de todas y cada una en particular.

Necesitamos en Managua lugares donde detenernos y lugares donde encontrarnos. Y por eso paso a un segundo capítulo de mi juventud. El capítulo de mi Barrio, porque la identidad de los barrios se está perdiendo y se han robado hasta el nombre de la pandilla del barrio, las pandillas de delincuentes juveniles.
Mi adolescencia tuvo por escenario la confluencia de tres barrios, El de San Antonio, el de Candelaria y el de San Sebastián. Pero mi identidad fue siempre la del Barrio de San Sebastián. Quizás se deba esto a que San Sebastián tenía la mayor densidad de muchachas guapas, por vara cuadrada, de todo Nicaragua.
Partiendo del Parque Central y sobre la Calle del Triunfo: la Mercedes Quesada, la Lula y la Marguina César; la Chelo Chamorro que contrajo matrimonio con Luis Procuna y en seguida las Cardenales de Don Salvador: Adela, Mercedes, Beatriz, María Ofelia y María Dolores Cardenal Vargas. Don Salvador se mudó luego a la Avenida Bolívar, cosa que no puedo dejar de consignar porque fue en una tertulia de su casa donde vi por primera vez a Miryam Cuadra Doña, que es hoy la madre de mis hijos. Enfrente, la Rosibel Bursch que acostumbraba lavar personalmente su carro en shorts, y paraba el tráfico. Más adelante y en una casa que desapareció con la construcción de La Plaza de Comunicaciones, las dos López Caldera: la Chila, y la Eda que tenía un ojo de un color y el otro de otro - que la hacían más interesante. En esa casa vivió más tarde Mister Cranshaw, ese gran promotor del deporte en Nicaragua y autor del dicho popular: No es lo mismo Chabelita cuyo origen explico en mi libro El Refranero Nicaragüense. En la siguiente cuadra, la María Amanda Rivas, las Bolaños - René y Bertita- la Albita Peña y en la esquina de La Prensa la Anita Chamorro y La China, su hermana.
Buscando hacia el lago, el poeta Carlos Martínez Rivas, que vivía entonces junto a los Garajes el Triunfo, retirado a su tos y escribiendo poemas para Melba, super-musa y casa de por medio las hermanas Portocarrero, todas bellas. Por la Casa del Aguila, las hermanas, Aidita y María Isabel González Pasos, Liliam y Miryam Arana y la Carol Cabrales. Y acercándonos más a la Iglesia de San Sebastián, la Titabel Castrillo, MaríaElsa Salinas, Ruth Kruger, Sandra Lacayo que fue Miss Nicaragua... y la inefable Clara Parodi.
Cerca de la Iglesia, María Elena Solórzano que tenía un lunar café en uno de sus grandes ojos negros, y su prima visitante la Vilma Pastora; la Teté Barberena y por un tiempo María Adelina Recalde, a quien dedicó un bello bolero Gastón Pérez, Carmen Isabel, su hermana ... y todo un horizonte de luceros.
Yo sé que ustedes están enteramente de acuerdo conmigo, porque siempre ha sido cierto que es en nuestro barrio donde florecen las chavalas más guapas.
Deslumbrados por tanta belleza, quizás se nos escapa mi mensaje urbanístico. Y es, que mi adolescencia se desarrolló entre parques:

Hacia el Sur el pequeño Parque de San Antonio con lo que bien podría llamarse la primera Rotonda de Managua. A mi izquierda el Parque de Candelaria donde jalaba Carlos Mejía Godoy, si damos crédito a su canción Que Viva Managua. A mi derecha el Parque de San Sebastián, frente a Don Deogracias Rivas. Y atrás el Parque Infantil o Parque Frixione, donde llegábamos de niños a ver pasar el Tren de las Cinco, frente a la Escuela de Artes, donde aprendimos a patinar y alguna vez me comieron las hormigas. De ahí salimos caminando una vez sobre la carrilera, que era la vía mas fácil, para ir a conocer las lejanas huellas de Acahualinca.
Cerca de la Escuela de Artes nació Camilo Zapata, nuestro Clarinero Mayor a quien conocí tiempo después, ejecutando en su guitarra la Rapsodia Húngara Numero Dos, en la casa de Humberto Mántica, en Chinandega.
Siguiendo con los parques, el Parque Darío con su laurel centenario, en donde dice Ge Erre Ene, se exhibe el poeta con cuatro mujeres y en camisón. El parque sirve hoy de vestíbulo a este Teatro Nacional, que lleva su nombre y que fue una iniciativa de Rodrigo Peñalba, del Doctor Manuel Monterrey Solórzano, de Chepe Chico Terán y de otros quijotes como el Doctor Francisco Láinez y este servidor, que ayudamos en su diseño y construcción, coordinado todo por Doña Hope Portocarrero de Somoza a quien el Doctor René Schick nombró madrina del proyecto.
Y desde luego el Parque Central, que perdió primero sus hermosas verjas de hierro y luego un gran pedazo, en favor de la actual Plaza de La República, donde todos los años desembocaba la Procesión de Varones del Primero de Enero, encabezada por el Padre Pinedo. En sus costados: el Club Managua, donde nuestros políticos componían el país, y que solo recuerdo por sus exquisitos sandwichs de jamón y sus tronadoras papas fritas; la Catedral con la estatua de San Miguel Arcángel en uno de sus costados - porque canónicamente San Miguel es o era el verdadero patrono de Managua, con el perdón de Santo Domingo de Guzmán - y el Palacio Nacional, hoy Palacio de la Cultura.
Este ha sido nuestro parque por excelencia, con su Biblioteca Pulgarcito, su pila de las tortugas mucho más grande que la actual, sus monos perezosos, su muestrario del árbol nicaragüense, sus sillas de cemento en forma de ese para los enamorados y un terrible parquero para impedir sus abusos... y su hermoso kiosco donde la Orquesta de la Guardia y antes la Banda de Los Supremos Poderes, tocaban en las tardes los Valses de Mena, las composiciones del Maestro Vega Matus y las del Maestro Delgadillo, de noble porte y estudiada pose, a quien recuerdo siempre con su infaltable bastón de empuñadura dorada. Los irrespetuosos lo llamaban el Maistro Del Galillo, por su descomunal apetito y Chepe Mántica lo invitaba a su casa, solo por el gusto de verlo comer.

Del Parque Central regresaba a mi casa guindado de la parte trasera de algún coche, esquivando los chilillazos del cochero, o me venía a pie para ver de reojo a una chavalita de ojos zarcos y grandes colochos nazarenos que junto con su madre vendía leche - burras, espumillas, bien-me-sabes y pan de rosa, en la entrada opuesta el antiguo Monte de Piedad, contiguo a las Princesas del Dólar que era la única casa de la ciudad con buhardillas de estilo europeo y techo de metal laminado.
Como broche uniendo los tres parques, El Palacio del Ayuntamiento, es decir la Alcaldía de Managua, de estilo Romano, con escalinata y grandes estatuas a la entrada, que de este modo parecía tener puestos siempre sus ojos en los parques. Como debe ser.
Porque un parque bien concebido es mucho más que un puñado de áreas verdes. El parque es un lugar de encuentro con las personas y con la naturaleza. De descanso para los viejos. De refugio para los desvalidos. De comercio para las marchantas. De sano esparcimiento para los jóvenes y puede incluir, a bajo costo, restaurantes y centros de atracción turística, un muestrario de nuestra flora y fauna y otros elementos educativos, artísticos y culturales. Recordemos que la acera del Parque Central fué en un tiempo la única Galería de Arte que tuvo Managua, donde nuestros pintores y escultores exhibían sus trabajos, como se continúa haciendo en tantos otros parques de Europa y del mundo entero.
Cosas como estas parecen estarse cocinando ya en los proyectos del Ingeniero Cedeño. La Managua post terremoto tiene abundante lotes vacíos para parques y nuestros últimos alcaldes una nueva visión para la Managua del futuro.
De hecho, la Managua que recuerdo fue siempre una Managua terremoteada que fue sanando sus heridas poco a poco. Una página en blanco que se ofrecía a sí misma a los urbanistas y arquitectos con visión, para diseñar en ella la Futura Managua, y que no supimos aprovechar a plenitud.
Entre los siete y los nueve años de edad, una bandada de chavalos recorríamos diariamente a pie la distancia que había del Instituto Pedagógico La Salle hasta la Calle del Triunfo. Esto fue antes de Los Gatos Renault cuando de la Cervecería hasta el Field y de la Explanada hasta la Escuela de Artes, que eran los límites de la vieja Managua, se podía viajar en taxi por un peso.

Bajando por la Roosevelt, del colegio hacia la casa, ( antes de que aparecieran las primeras oscuras golondrinas ) el primer lote vacío estaba contiguo a Chico Negro, donde se construyó después la Compañía Automotriz y están hoy las oficinas de la Vice Presidencia de la República. Un par de cuadras hacia el lago, el lote vacío donde se construyó luego F.& C. Reyes y contiguo a éste, un lote con construcciones temporales que intentamos comprar pocos días antes del terremoto del >72 en un millón de Córdobas, para agregarlo a nuestro Super de La 15, pero cuyo precio pareció muy bajo a sus dueños. Más al norte, el lote que alquilaba Don Carlos Cardenal para sus talleres, junto al almacén que llevaba su nombre y donde se instaló la primera y última escalera eléctrica del país de una casa comercial, en la Esquina de los Coyotes. Y enfrente el Edificio Adela con el Banco de América que se fundó en 1952. Más adelante las dos esquinas vacías frente al Gran Hotel donde de se instaló después una gasolinera y donde la Chalía, una de adentro de mi casa, montó su propia fresquería, y vendía sus refrescos en grandes vasos ochavados, antes de la invasión de las bolsas plásticas, que se inició con los famosos Bolis.
En la esquina Norte del hotel y bajando hasta el Palacio Nacional, otro lote vacío donde se instalaba y vi actuar por primera vez a Firuliche y su burro, en el circo que pomposamente se anunciaba como Gran Circo Imperial Salvadoreño.
Frente a mi propia casa, un patio enladrillado, restos de una casa derruida, con un bajo muro que alguna vez fue pared y que las dueñas indignadas mandaron quitar para que mi abuelo materno el General Gustavo Abaunza y Torrealba, eterno enamorado, no se sentara en él a ver pasar las muchachas que regresaban del colegio. El mismo don Gustavo, que vivía en la esquina sur del gimnasio, presumía de que su juventud se debía a que muy de mañana abría las persianas para dejar entrar la brisa que le llevaba el aroma de las chavalas del vecino Colegio Chepita de Aguerri.
Lo recuerdo siempre con su fino sombrero, que para demostrarnos que era de puro jipijapa, enrollaba ante nuestros ojos, como un puro habano. Nuestros gobernantes han sido siempre objeto de los chistes mas crueles y de uno de ellos se asegura que cuando le preguntaron si su sombrero era de Jipi-Japa, contestó: Nopo-Sepe.
Contiguo a Don Victorino Arguello, el solar vacío de lo que luego fué el Pan Fino y enfrente, el solar vacío contiguo a la Prensa, que se convirtió luego en los Garages El Triunfo. (Managua llena de cicatrices!
Triste destino el de la ciudad aferrada a su antiguo centro, que en el momento mismo en que terminó de llenar los huecos que dejó el terremoto del >31, terminó convertida en un inmenso hoyo negro. Sus ruinas desperdigadas y sus solares vacíos nos sirven de recordatorio y advertencia.
He abusado de su paciencia. Esperaban quizás un estudio erudito de la Vieja Managua y de su historia y he compartido solamente mis recuerdos de infancia, que quise revivir en memoria de mi padre.

Pero la historia está hecha de memorias. De las que nos invitan a no repetir la historia y de las nostalgias que nos llaman a construir la Ciudad con la vista puesta en el hombre concreto. La ciudad donde podamos detenernos para mirar y admirar... Y encontrarnos unos con otros, para podernos relacionarnos como personas, en un mundo impersonal, sin rostros, sin nombres y sin amor.

martes, 17 de junio de 2008

Carta en Refranes

Por Carlos Mantica A.

“Devuelta en el Correo por falta de destinatario”

Amadísima señora: Sin duda habrá adivinado usted mis sentimientos porque ojos que bien se quieren desde lejos se saludan. No se puede tapar el sol con un dedo y mi amor por usted es tan inmenso que tampoco se puede ocultar más. Hasta hoy he guardado silencio. Dicen que gallo que no canta, algo tiene en la garganta y lo que este gallo ha tenido es un gran torozón que le impedía confesar su querencia. Pero lo que el corazón siente, la boca sale y ahora se lo confieso por escrito porque a las palabras se las lleva el viento, pero papelitos hablan.

Yo a usted la quiero bien y quien bien te ama no te engaña. Sufro mucho a causa de su indiferencia, y es natura porque Para el mal de amores no hay doctores y el que no sabe de penas no sabe de amores. La veo como un sueño inalcanzable, pero la esperanza es lo último que se pierde. Nunca ven las estrellas ojos que empeñan temores. Querer es poder. Por eso continuaré en mi empeño, con el convencimiento de que quien no se arriesga no cruza el mar y que el que o llora no mama, pero el que busca encuentra. El que quiera camarones tiene que mojarse el fundillo y cuando yo me decido soy n pujo en vendaval

viernes, 13 de junio de 2008

El lenguaje del pandillero en Nicaragua

Roger Matus Lazo

Otro recurso importantisimo para la formacion de palabras en el vocabulario del pandillero es la derivacion.
La derivacion consiste en formar una nueva palabra agregandole afijos (prefijos o sufijos). En el espanol general es precisamente el recurso mas empleado en la formacion de palabras nuevas. En el vocabulario del pandillero es tambien un expediente usual, aunque a veces el afijo no aporta ninguna significacion especial a la nueva palabra, porque se ha agregado arbitrariamente.

La palabra enchole, por ejemplo, esta formada por el prefijo en y el sustantivo chola (casa); el nuevo vocablo asi formado se refiere a la persona que roba en su propia casa. Igualmente ocurre con el verbo enchachar (de en y chachas= esposas): esposar o "poner las chachas". Pero desmenuzarse (de des y menuza: deshacer una cosa dividiendola en partes menudas), es una palabra tomada entera por el pandillero asign�ndole otro significado: hablar y actuar con desenvoltura.

La tendencia a formar palabras mediante la sufijacion es mas marcada. Los morfemas derivativos mas usuales son: -azo, -ero, -on, -ado, -ito. Los sufijos -illo, -ista y -udo son menos frecuentes.

El sufijo -azo es uno de los representativos del sistema morfologico de los sustantivos. Comunmente expresa golpe (en sentido recto), como el vocablo cometazo (balazo); pero tambien se emplea en sentido figurado: tamalazo (golpe dado por el tamal o ladron = robo).

Mas abundante que el anterior, el sufijo -ero se emplea con frecuencia en sentido despectivo (punetero= hijo de prostituta); rosquillero= ladron de llantas); pero hay casos de empleo positivo (rapero= persona tranquila y buena gente), hasta de su uso metaforico: minero (homosexual).

El empleo de los sufijos -ado, -ito, -on y -udo, tiene marcado caracter despectivo: aguado (cobarde), ag�ita (adulto dependiente de sus padres), regazona (mujer de facil conquista), tripuda (progenitora).

PREFIJACION Y SUFIJACION

Veamos unos ejemplos formados mediante prefijacion y sufijacion.

a) Prefijacion

a: aculado (nervioso, preocupado), acalambrar (amenazar).

des: desculado (distraido), despeluchar (golpear a alguien), desmenuzarse (hablar y actuar con desenvoltura), descobijarse (alertarse), desturque (pleito a punos), deschincacar (golpear).

en: ennotado (drogado), enchachar (poner esposas al preso), enyuntarse (unirse para un fin), engasolinarse (emborracharse), enchole (persona que roba en su propia casa).

b) Sufijacion

azo: cometazo (balazo), tamalazo (robo), platanazo (homosexual), pericazo (inhalacion de cocaina), �atazo (inhalacion de cocaina), palancazo (porcion de cocaina), tacazo (trago de licor).

ero, era: punetero (hijo de prostituta), chapero (ladron de repuestos automotores), chiclero (inutil o inservible), pedrero (drogadicto), pelero (camisa), perrera (fiesta bulliciosa y desordenada), pionero (pandillero), rosquillero (roba llantas), soguero (huelepega), humalera (pleito), guerrillero (alcoholico), rapero (persona tranquila y buenagente), garrapera (gorra).

ado: corraleado (hambriento), aculado (nervioso y preocupado), aguado (miedoso), colorado (fichado), desculado (distraido), enyuntado (aliado para un fin), empillado o empitahayado (lleno de sangre).

ito, ita: ag�ita (adulto dependiente de sus padres), piedrita (novia, adolescente), florcita (homosexual), miguelita (m�, pron. personal), fosforito (policia).

ista: violinista (metiche), florista (homosexual).

illo, illa: cocodilla (cocaina), roquilla (abuela), bombillos (ojos), rosquilla (llanta).

on, ona: chill�n (radiotransmisor), lanz�n (pleito), pint�n (antisocial), regazon (escandalo, desorden), regazona (mujer facil de conquistar), llorona (ambulancia).

udo, uda: tripuda (mama, progenitora), cuernudo (hombre traicionado por su mujer).

MAS PALABRAS DEL PANDILLERO

Ofrecemos, a continuacion, una breve lista de diez palabras del vocabulario del pandillero, correspondientes a la letra A.

afincar: cuinear, enamorar. Ej.: Voy a afincar a esa maje".

afincar: lanzar, hacer el amor. Ej.: Ve, afincate a la "Chelona", no seas gilberto.

agua, agua bendita: vitamina, licor. Ej.: Ya se nos acabo el agua bendita.

aguado, alcobron: persona miedosa, tonta, debilucha y sin agallas. Ej.: Vos no servis para esto, Mincho, sos muy aguado.

aguero, mal aguero: mal humorado. Ej.: El magnate ahora anda mal aguero porque no hemos ganado palgas.

aguila, fiera: persona muy habil. Ej.: Mi comanche es aguila.

aguita: Persona adulta dependiente de su madre. Ej.: Este tipo es aguita: para todo lo consulta con su roca.

agujas, danza de las agujas: Funcionamiento del reloj. Ej.: Idiay, maje, por que no danzan las agujas de tu reloj?

agujas, tirar las agujas: Decir la hora. Ej.: �Tirame las agujas, loco?

aire, de puro aire: Injustamente, sin motivo alguno. Ej.: A mi caballo lo agarraron de puro aire, porque el no habia participado en el traido con "Los Chilamates".

La onomatopeya en el nica

Róger Matus Lazo

En una palabra (perro, por ejemplo), no existe ninguna relación entre el sonido y el significado. Sin embargo, hay situaciones en las que el hablante busca, en lo posible, establecer una relación entre el significante (sonido) y el significado de una palabra determinada. Es lo que en lingüística se denomina motivación. Existen tres tipos de motivación: fonética (onomatopeya), como din dan, que imita el sonido de la campana; morfológica, que se refiere a las palabras formadas por composición o derivación, como encabritar (derivado de cabra), y semántica, como el caso de jícara (en “se golpeó la jícara”), que en el habla nicaragüense ha pasado a significar “cabeza” por la relación de semejanza formal. En este trabajo nos vamos a referir a la motivación fonética u onomatopeya.



¿Qué es la onomatopeya?

Es una voz que nos viene del latín y éste, a su vez, del griego: onomatopoeia, y se define como la “imitación del sonido de una cosa” en la palabra formada para tal fin. Se trata de una unidad léxica, como dice Dubois, creada por imitación de un ruido natural como el tic tac, que intenta reproducir el sonido del reloj o el quiquiriquí que imita el canto del gallo.



La onomatopeya primaria y la secundaria

Ullmann distingue dos tipos de onomatopeya: primaria y secundaria. La onomatopeya primaria consiste en la imitación del sonido mediante el sonido; una rigurosa imitación por la estructura fonética de la palabra, como se observa en estos ejemplos propios del habla coloquial nicaragüense: sólo sos bla bla (hablar y hablar sin decir nada que valga la pena); cuando entraron los novios, nadie dijo nada, sólo se oía el güiri güiri de los vecinos (habladera); y cuando se encontró con él, juácata le dio en el tronco de la oreja (golpe); con el ban ban se despertó (disparo); vivía cerca de la estación del ferrocarril y todas las mañanas oía el fo fo, foco foco (ruido de la locomotora); no lo vi caer en el lodazal, sólo oí el chocoplós (ruido producido al caer en el fango); por ir distraído chumbulum cayó (en la poza); lo tomó del brazo y pipós, pipós le dio (golpes en la cabeza); me fui a la Purísima cuando oí el pon pon (de los cohetes); me alegré cuando empecé a oír el charrangachanga (de la guitarra); se empinó el vaso de chicha bruja y se oía el trucús trucús (al tragar); salió bruscamente y bangán (dio el portazo); a lo lejos oímos el bererén, bererén (el trote del caballo); toda la santa misa pasó güere güere con su amiga (habladera); cuando le metieron el cuchillo al chancho sólo se le oyó el cuío (chillido); el muchacho cochino entró en la sala y en medio de toda la gente ra, ra, ra (se tiró tres pedos).

Algunos animales de la fauna nicaragüense llevan el nombre formado precisamente por los sonidos que emite su canto como la poponé, el güís, el pijul y el pocoyo, que los indios quiché llamaban pucuyú, según Octavio Robleto. Este poeta, buscador de paisajes, nos agrega otro nombre onomatopéyico dado por los quiché al búho: tucurú.

Nuestros indígenas fabricaron instrumentos musicales, cuyo nombre nos recuerda su sonido. En Panorama masayense, de Enrique Peña Hernández, encontramos algunos: el juco, el chau chau, el tacatán (bongo común), el quijongo, el tuncún y el tatil. En el español general recordamos dos tipos de tambor de origen latino: bombo (lat. bombus, ruido) y timbal (del lat. timpanum).

Mántica, en “El habla nicaragüense”, explica que la lengua náhuatl era también onomatopéyica, como chischis (el chischil), cacapaca (sonar de las chinelas), tzilín (sonar de una campanilla), chachalaca (de chachalini, parlar, o de chalanqui, canto desentonado), paparapa (quien habla mucho y con poco juicio), piripipí (mujer chismosa).

En una investigación que realicé sobre el “Léxico de la ganadería” en Chontales, me encontré con dos nombres de vacas: Chis chis y Plis plis. El vaquero les había dado esos nombres, justamente porque las vacas tenían tetas demasiado pequeñas y el agujero torcido, y al ordeñarlas el chorro de leche pegaba en el borde del cubo, produciendo esos sonidos. Por asociación con chumbulum (caída en una poza), los pescadores de ciertas zonas de Chontales llaman chumbuluna a una sardina que se mantiene a flor de agua y con el menor ruido da un salto y se zambulle, produciendo un ruido característico. Los niños pequeños llaman guau guau al perro. En las zonas del campo, es común oír a uno de estos niños llamar muu a la vaca, mee al ternero, pío pío al pollito y pacapaca al caballo.

Con base en la onomatopeya, se han formado en nuestro idioma muchos sustantivos y sobre todo verbos como silbar, arrullar, aullar, bramar, retumbar, relinchar, cacarear, croar, restallar, susurrar, murmurar, zumbar, mugir, crujir, rechinar, chisporrotear, crepitar, chasquear, balar, berriar, bufar, cuchichear, chapalear, chapotear, chirriar, chorrear, sesear, gorgoritear, gorjear, graznar, gruñir, trinar, etc. Así decimos: el chasquido del látigo, el susurro del viento, el arrullo de las palmeras, el murmullo de las aguas, el silbido de las balas, el estampido del cañón, el bramido de las olas, el chisporroteo de las llamas, el rechinar de una carreta, el aullido de los perros, el rugido del león, el retumbar del trueno, el traquetear de los disparos, el tableteo de la ametralladora, etc.

En nuestro lenguaje coloquial son comunes: el chancleteo de la señora cuando caminaba por la sala, el pisporrazo del borracho al caer del barranco. En su Folclor médico nicaragüense, el gran médico granadino Ernesto Miranda Garay explica que la sacudida violenta del cuerpo seguida de una espiración brusca y corta, con entrecortamiento de la respiración, debido naturalmente a la acción del esfuerzo, nuestros antepasados indígenas la definían con un verbo sin duda onomatopéyico: jipiar. El pandillero llama pedorra a la motocicleta y pedorrear a la acción de seguir o perseguir en una motocicleta.

En la literatura encontramos felices aciertos onomatopéyicos, como este cuarteto de Avellaneda:

Tú que le dices a la hojosa rama: “¡Susurra!” “¡Muge y gime!”, al mar bravío. “¡Silba!”, al rudo aquilón. “¡Murmura!”, al río. “¡Suspira!”, al aura; y al torrente: “¡Brama!”.

En la onomatopeya secundaria, los sonidos evocan un movimiento o alguna cualidad física o moral, generalmente desfavorable. Son ejemplos del primer caso tiritar (temblar de frío), jadear (respirar anhelosamente). En el habla nicaragüense empleamos churrete (que recuerda el movimiento fuerte del chorro) para referirnos a la suciedad producida por la expulsión violenta de las heces fecales, y tuntunear (andar de un lado para otro en busca de algo). En mi investigación sobre El lenguaje del pandillero en Nicaragua, registro una expresión en la que el pandillero emplea una onomatopeya basada en el movimiento: flash (rápido).

De las onomatopeyas que evocan alguna cualidad física o moral citamos pujo, que recuerda el sonido que se emite por la gana continua o frecuente de orinar o defecar con gran dificultad de lograrlo, y la conocida locución adverbial familiar al tuntún (sin cálculo ni reflexión o sin conocimiento del asunto). Del léxico del pandillero mencionamos borrador (papel higiénico). En nuestro lenguaje coloquial son frecuentes, como rifi rafa (discusión pasajera) y burumbumbum, particularmente cuando alude a intrigas y enredos: ese ministerio es un burumbumbum: todos mandan a todos y nadie obedece a nadie; con la herencia han hecho un burumbumbum, porque Bertoldo no dejó testamento. También pujido que, en términos generales, se refiere a los sonidos guturales producidos por un gran esfuerzo. En “Saturno”, cuento de Fernando Silva, encontramos el siguiente texto: Sólo se oía el golpe del agua y los pujidos de Saturno empujando con el canalete.



¿Cómo se forman las onomatopeyas?

Es interesante observar que muchas onomatopeyas se forman mediante la repetición de sonidos vocálicos y consonánticos: chau chau, ra ra ra, piripipí, paparapa, pacapaca, pon pon, ban ban, fo fo, foco foco, pipí, pupú, etc. En las zonas del campo, es común un tipo de servicio higiénico consistente en una especie de caseta con las condiciones adecuadas para orinar y evacuar el vientre. Los campesinos lo llaman pon pon, precisamente por el ruido que producen las heces fecales al caer al fondo, generalmente cubierto de agua.

Otro procedimiento seguido en la formación de onomatopeyas es la alternancia de vocales, sobre todo para expresar ruidos diferentes. Se trata de una “antifonía vocálica”, como ha sido denominada por algunos semantistas, de gran importancia en las formas imitativas. Así, el sonido de la campana es din don, el del reloj tic tac, el de un coscorrón pis pos, etc. En Nicaragua, es muy expresiva la onomatopeya que se refiere a la discusión rápida y sin mayores consecuencias: rifi rafa, en donde se puede inferir que rifi corresponde a uno de los discutidores y rafa al otro.

Hay, igualmente, formas onomatopéyicas basadas en alteraciones de consonantes iniciales, principalmente, como estos ejemplos del habla nicaragüense: ban gan, güerén, tilín, chumbulum, trucús, chirrís, etc. Recordemos los instrumentos musicales indígenas: tatil y tuncún. Fernando Silva emplea la onomatopeya charrás para imitar las pisadas, y utiliza raflá refiriéndose al sonido de algo que se destripa como una zanahoria; pero el uso más frecuente de esta onomatopeya está relacionado con lo rápido y lo súbito.

El inglés y el malespín en el lenguaje pandillero

Róger Matus Lazo

Cuando publiqué El lenguaje del pandillero en Nicaragua (1997), don Pablo Antonio Cuadra (1912-2002) dijo en la presentación del libro que ese lenguaje nos estaba recordando “una situación nueva en los sótanos de Nicaragua”. Y lejos de rechazar el estudio de ese lenguaje abyecto, creado para vivir en la noche, con sus palabras como garras para asestar el golpe, subrayó la necesidad de enfrentar esa pústula: “Tenemos que conocernos”. Y para empezar —nos recuerda— estudiemos su lengua, pues “entre las creaciones de un pueblo que revelan los valores de su identidad, la que más profundamente ilumina el ser es su hablar”. Y agrega:

El pandillero de hoy es un fenómeno juvenil mayoritariamente y responde a causas distintas. Es el saldo de pecados históricos distintos. Es el mundo joven machacado por el egoísmo, por la tiranía, por la frustración. Mundo que debe inquietarnos profundamente porque es un alerta dramático de lo que puede ser la Nicaragua futura si perdemos la ética en la política y la caridad y la justicia en nuestra vida comunitaria.

Como lengua especial, el argot de los pandilleros en Nicaragua se entrecruza constantemente con las otras hablas, siempre diferenciadas de los distintos niveles y de las distintas edades. Se trata de una lengua en formación que se enriquece al contacto con otras de su misma especie, gracias a ese oscuro mundo de la droga y la delincuencia y el indetenible intercambio de procedimientos y técnicas de circulación por aduanas y fronteras, y otros factores no menos importantes. Por eso no es extraño encontrar influencias de mexicanismos, venezolanismos y argentinismos de origen hamponil.

El lenguaje hamponil de México, Venezuela y Argentina

De México, por el prestigio de su revolución, la expansión de su cine y de su cancionero, su atracción turística y su artesanía nos llega su influencia y con ella sus palabras. Los hampones mexicanos emplean rajarse, cuando se quiere huir de un peligro o evadir un compromiso; y nuestros estudiantes han puesto en boga la palabra en las ciudades y pueblos de Nicaragua. Los pandilleros han tomado también de la sirigonza mexicana pintarse, sinónimo de rajarse, bote (cárcel), chota (patrulla policial), achote (oro), chamba (trabajo hamponil), lana (dinero).

De la coba venezolana ha entrado en el lenguaje del pandillero el vocablo cuero (cartera).

Del lunfardismo (argot del hampa argentina), los pandilleros han tomado la palabra cana (prisión), con una ligera variante formal: cano.

EL INGLÉS Y EL MALESPÍN

Pero los préstamos más importantes son del inglés y del malespín. Los anglicismos penetran a través de la relación con otros jóvenes, algunos de los cuales han vivido en Miami; otras veces, por la música misma, como “Somos delincuentes” y “Paraíso del delincuente”, canciones portadoras de algunas palabras que los pandilleros han ido incorporando a su lenguaje, y en general por la misma penetración cultural de Estados Unidos en nuestro país.

Nuestro vernáculo argot, como afirma Emilio Álvarez Montalván, es el malespín. Don Alfonso Valle, en su Diccionario del habla nicaragüense (2ª. ed., 1972), explica que el malespín es una especie de argot hablado entre muchachos, especialmente estudiantes, y por “señoritas de la ‘buena sociedad’. Consiste en cambiar unas letras por otras; así: a por e, i por o, b por t, f por g y p por m, y viceversa.

Sobre el origen del malespín, Valle agrega: Existe la tradición de que eso lo inventó el general salvadoreño Francisco Malespín, el mismo que el año de 1845 incendió y saqueó a León, metrópoli de Nicaragua.

Afirma Julián Corrales Munguía, en su interesante trabajo sobre “El lenguaje de los bajos fondos: la germanía” (1972), que la clave del malespín, tan popular en años pasados, ha sido olvidada; pero que hay algunas personas que la recuerdan perfectamente. Cierto. En 1987, cuando impartía unos cursos y seminarios de comunicación a los funcionarios del Banco Nicaragüense de Industria y Comercio, comprobé que uno de los gerentes de origen leonés, de unos cuarenta años de edad, podía expresarse usando el malespín. Veamos un ejemplo: acoqui ('aquí´).

De este lenguaje —formado con la alteración de ciertas letras del alfabeto español— han tomado algunas palabras, generalmente con ligeras variantes del término original por el uso mismo a través del tiempo, que los mismos usuarios han ido cambiando por olvido o desconocimiento de la clave.

DEL INGLÉS

Del inglés han tomado algunos términos con significado igual o semejante, de manera general con ligera variante fonética:

beibi (baby > bebé, lactante: llorón, cobarde); creisi (crazy > loco): loco; chusear (de choose > escoger): buscar; chus (de shoes > zapatos): zapato; homeboy (home boy > lugareño, del mismo grupo): amigo; juana (one > uno): uno; machín (machine > máquina): carro; miusic (music> música): canción; move (movie > cine): cine; nay (night > noche): noche; niú (new > nuevo): nuevo; niúper (newer > más nuevo que): nuevo; party (party > fiesta): fiesta; punchar (to punch > poder en los puños): robar; pipol (people > gente o pueblo): gente, pandilla; punk (hippy): vago; yesenia (yes > sí): sí; Yusa (USA): Estados Unidos de América; Yusei (USA): Estados Unidos de América.

En otros casos, toman el anglicismo y le asignan otro significado:

hacerse alka seltzer (alka seltzer > tableta digestiva efervescente): desaparecerse, alejarse; forever (forever > para siempre): cuatro; guacho (watch > reloj): corazón; lompley (lomplay > disco de larga duración): los pies; yomboy (young boy > joven, adolescente): amigo; Masachúset (Massachusetts > ciudad de USA): Masaya; San Yon (Saint John > San Juan):

San Judas; sevenop (seven up > bebida gaseosa): siete.

DEL MALESPÍN

Del malespín encontramos algunas palabras con ligeras variantes de la palabra original. En los siguientes ejemplos escribimos la palabra como se pronuncia actualmente, y entre paréntesis como debería escribirse de acuerdo con la clave del malespín (a>e, i>o, b>t, m>p, f>g, y p>m):

arpene o curpeni (arpeni): hermano; nelfes, nelfin o nelfis (nelfes): nalgas; acoi (eco): aquí; cedania (cedane): cadena; cunabi, cuñedi o cuñefli (cuñedi): cuñado; menfli (mafe): pega o pegamento para oler; nicha (niche): noche; detroi (datres): detrás; esconi (asconi): esquina; percedi o percebi (percedi): mercado; Chinandofi (Chonendafe): Chinandega; Frenedi (Frenede):

Granada; frendi (frenda): persona grande, fuerte, fornida; Penefi o Benefia (Penefue): Managua.

A veces, hay vacilación en algunas palabras, como puede observarse en las alternancias en el sistema vocálico y en el consonántico: arpene y curpeni (hermano), cunabi, cuñedi y cuñefli (cuñado), Benefia y Penefi (Managua), nelfin, nelfis y nelfes (caderas), percebi y percedi (mercado).

Es oportuno agregar que los pandilleros emplean también otras palabras del malespín, cuyo sentido metafórico, ha pasado igualmente al uso de otros sectores juveniles; por ejemplo:

potrillo ('calzoncillo'), rastrillo ('tenedor'), rienda ('cadena'), caballo ('pantalón'), cruz ('camisa'), bejuco ('teléfono'), chillón ('radio'), chocorrón ('helicóptero'), rastrillo ('peine'), pala ('cuchara'), limones ('senos de la mujer joven'), pidevía ('senos de la mujer'), patrullera ('prostituta que recorre las calles en busca de clientes'), etc.

Incluso, las palabras nelfis (caderas) y tuani (bueno, excelente, etc.), que también usan nuestros adolescentes, han pasado a formar parte del habla popular nicaragüense.

El autor es miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua

Pura jodarria

Por Carlos Mántica

Abordo este tema porque escribrir un libro entero sobre el habla nicaragüense sin tocarlo es como dejar a los Pérez fuera de nuestro Directorio Telefónico. Me refiero al vocablo joder y sus derivados. Y, sin embargo, creo que el tema no ha sido cubierto con seriedad por ninguno de nuestros filólogos.

Una vez más acudo en defensa de nuestros compatriotas, a quienes se acusa de ser mal hablados, pues aunque nadie discute que es una de nuestras palabras predilectas y de mayor uso debo en justicia señalar que:

Rarísima vez se usa su primera acepción castellana de fornicar. En España, se usa casi exclusivamente como verbo y alguna vez como expresión de disgusto o asombro: ¡Joder…! Con referencia a su primera acepción, me comentaba un amigo español que el mejor contraceptivo es el Redoxon… sólo que al revés: Noxoder. En Nicaragua, fornicar es una palabra tan extraña a nuestro vocabulario que hay más de un joven que cree que forni-Car es una agencia de carros de alquiler.

Cuantitativamente hablando, muy rara vez lo usamos para insultar: ¡Ve re-jodido! No sigás jodiendo que te la vas a sacar.

Nos inventamos eufemismos de toda clase para evitar su uso: ¡Jocote, qué fregás! ¡Jobero ya no te aguanto! ¡Ah no, jocoteado! ¡Dejá de jocotear! ¡Jo…sé María se llamaba el fraile!

Con rarísimas excepciones, no se encuentra en nuestra música folclórica, en nuestro teatro callejero, o en nuestra poesía. Algo verdaderamente asombroso.

De nuestras frases interjectivas, tan abundantes en el habla nicaragüense, sólo recuerdo las siguientes: ¡Se jodió la bestia y la cría! ¡No es lo que jode, si no lo seguido! ¡Jode más que la mosca de Pepito! ¡Jodido pero contento!

La mayor de las veces lo usamos como sustantivo: ¡Ideay, jodidó! ¿dónde te has perdido? Y nadie se molesta por este saludo cariñoso. ¡Allá viene aquel jodido! ¿Cómo es que se llama?

Como exclamación de orgullo: ¡Viva León, jodido! O de arrechura: ¡Jodido qué fregás! Adopta el plural para interrogar: ¡Andá preguntale qué jodidos quiere! O el diminutivo para regañar a los niños: Bueno, jodiditos, ya dejen de fregar.

Como verbo: ¡Vayan a joder (molestar) a otra parte! Con su eufemismo: es puro ganejo (ganas de joder) Bromear: no te arrechés que sólo estaba jodiendo. Oprimir. Durante la década de los cuarenta y en ocasión de una anunciada re-elección del General Somoza García, nuestro genial GE-ERRE-ENE publicó la siguiente estrofa: Diz que dijo el Presidente /en una declaración: /lo mío no es re-elección /sino elección únicamente /y esto traduciendo /al popular entender /no es ganas de re-joder /sino de seguir jodiendo.

Como adverbio: “estar algo jodido” significa cualquier género de penalidad (está bien jodido de reales), dificultad (fue un examen bien jodido) o enfermedad (está jodido de la próstata)

Pero encuentra su mayor riqueza en su calidad de adjetivo: como ponderación de astucia: ¡Velo qué jodido! Ni cuenta se dieron cuando se fugó. Como ponderación de ocurrencia o buen humor: ¡Qué jodido! Sale con unas cosas que te meás de risa.

Como persona de difícil trato: tenéle cuidado que es un tipo bien jodido. En su forma abundancial: ¡Se acabó la jodedera! y como concepto abstracto: (y aquí porque): ¡Bueno, ya basta de jodarria!

El autor es tesorero de la Academia Nicaragüense de la Lengua

jueves, 12 de junio de 2008

El polifacético Chale Mántica

La última raza de
empresarios valientes

“Estoy consciente que no tengo nada que ganar, sólo que perder, pero hay que hacerlo”

Angela Saballos


Cuando hace unos días Carlos Mántica Abaunza fue presentado a los medios de difusión como miembro del comité asesor de Conciencia Nacional, su presencia causó sorpresa. Conciencia Nacional es un grupo cívico en contra de la corrupción que impulsa la recolección de firmas de nicaragüenses para la desaforación por corrupto del ex presidente de la república y actual presidente de la Asamblea Nacional, Arnoldo Alemán. Mántica Abaunza es uno de los exitosos dueños de los Supermercados La Colonia.

Para algunos, la posición de Mántica como abanderado de esta lucha anticorrupción, no coincide con la lógica de los empresarios que tienen en sus manos más de un millón de nerviosos dólares y que por nada del mundo sacan la cara en una lucha como ésta. Para Mántica el razonamiento es otro.
“Estoy consciente que no tengo nada que ganar y todo que perder. Pero hay que hacerlo. Lo veo natural. No siento que estoy haciendo algo extraordinario”, dice, y con esa claridad meridiana de que está en la vereda correcta, Chale Mántica sonríe.

No es la primera vez que Chale Mántica y Felipe, su hermano gemelo, se arriesgan. Aunque físicamente distintos, estos gemelos nacidos en febrero 19 del 35, han sido compañeros en todos sus negocios y planteamientos ante la vida. Son viejos luchadores. En 1972 cuando el terremoto y luego en 78 y 79, durante la guerra revolucionaria, los supermercados La Colonia sufrieron 21 saqueos. Aún así, tras estas pérdidas, ellos fueron capaces de cerrar los supermercados para irse a la huelga general en contra del último Somoza.

Ya con el primer Somoza, su padre, Felipe Mántica, uno de los fundadores del PLI, tuvo que salir exiliado. Sin embargo, a pesar de tantos encontronazos con gobiernos corruptos, Mántica Abaunza declaró recientemente sobre el caso Alemán: “Nunca ví antes un momento tan explosivamente corrupto como éste”.

Así entró de lleno a la lucha anticorrupción este empresario, líder religioso, teólogo, charlista mundial de cursillos de cristiandad, creador de la comunidad católica Ciudad de Dios en Nicaragua, miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua, políglota (español, inglés, francés, italiano y nahualt), investigador tanto de los íntimos detalles de nuestra nicaragüanidad al revelarnos particularidades del Cuecuense, como inventor del más sofisticado programa en sistena Lotus para llevar el control de sus empresas.

“No soy accidentalmente un empresario. Me entusiasma el crear empresas y tener siempre un proyecto nuevo caminando. En el campo de los negocios hay que ser el primero, o ser el mejor. Ser pionero”, sentencia.

El Plan Azul y Blanco

“Yo siempre he estado en esta lucha anticorrupción. Desde hace cuarenta años he luchado permanentemente por transformar la sociedad. Al principio a nivel de ambiente y después en una transformación en la escala de valores, si querés con un trasfondo religioso y quizás lo que tiene de nuevo es que hay un cierto contexto político”, dice Mántica.
El primer contacto con Don Enrique en esta misma línea fue una reunión clandestina semanal para escribir lo que se conoció como el Plan Azul y Blanco, en la década de los ochenta. “Se trataba de diseñar una Nicaragua mejor. Se adentró en el campo de los valores y se descendía a un plan de gobierno que se le entregó a Doña Violeta en su momento y que no se implementó”, relata Chale.

Don Enrique Bolaños estaba en el Cosep, y cada uno de los participantes analizaba distintas áreas.

“La iniciativa fue de Don Enrique. Yo lo conocía, pero muy superficialmente. El me invitó a participar en un grupo que éramos aproximadamente ocho, diez personas. Pablo Antonio(Cuadra), Iván Escobar, Doña Justa, en fin! Ibamos viendo la familia, la salud, la propiedad. No era estrictamente político, pero se tradujo en un plan de gobierno concreto; el Plan Azul y Blanco, para que al que gobernara posteriormente, le pudiera servir como punto de partida. Se definía a nivel de legislaciones a seguir, medidas concretas”, explica.

Una “conversión colectiva”

Y así como trabajó en este plan, fue después uno de los ocho asesores de campaña para Doña Violeta; luego al principio con Alemán; más tarde en la Vice Presidencia con Don Enrique. Como una constante, Mántica no espera, ni acepta posición alguna, porque asegura que no es dueño de sí mismo para disponer de su tiempo.

Al valorar las razones por las cuales los nicas parecemos empantanarnos a veces, Mántica dice que “estamos como estamos porque somos como somos. Hemos venido acumulando décadas tras décadas de antivalores y nos hemos dejado seducir por ellos. Algunos pueden tener esa conversión a nivel personal, ¡pero una conversión colectiva es lo que me entusiasma! Y Don Enrique está abriendo la puerta a una auténtica conversión colectiva a un nuevo modo de ser nicaragüense”.

Agrega Carlos Mántica que “el nicaragüense se corrompió mucho en las últimas décadas. Creo que el terremoto dejó aflorar mucha de la corrupción que existía dentro de nosotros. Pero admiro la hospitalidad del nicaragüense, la capacidad de reírse de sí mismo, la capacidad de perdonar.

El nicaragüense es capaz de superar barreras de diferentes clases e incluso olvidar y empezar de nuevo. Creo que ése es un valor muy positivo en Nicaragua”.

Descachimbamiento Lexicográfico

por Carlos Mántica Abaunza


El presente capítulo no tiene como propósito explorar la picaresca nicaragüense, que requeriría un libro entero. (Alguien debe escribirlo algún día). No pretende estudiar las palabras o expresiones directamente vinculadas a nuestra vida sexual, ni las expresiones vulgares de las cantinas y burdeles, de los chiles colorados, o de los graffiti, que han penetrado algunos de nuestros programas de radio y televisión. Dejo para otra ocasión las "vulgaridades" de nuestro refranero popular, o de coplas y canciones que hemos recogido durante varias décadas y que forman parte de nuestro folklore.

Pretendo centrarme en el uso de ciertos nombres que en Nicaragua se dan a los órganos genitales masculinos y femeninos y que convertidos en verbos adjetivos y adverbios, usamos FUERA del ámbito de la sexualidad, para expresar las cosas más diversas, con características muy interesantes.

Los nombres en cuestión: bicho y cachimba, genitales femeninos, los masculinos turca, verga, pija y algunos eufemismos equivalentes.

La características que deseo señalar:

Que siendo palabras vulgares no se usan para decir vulgaridades.


Siendo nombres de los genitales no están vinculados al acto sexual.


Siendo ofensivas no se usan nunca para ofender.


La asociación de los genitales y el uso de sus nombres como ponderativos de: tamaño, calidad, intensidad, fuerza, bondad, abundancia, magnitud, éxito etc.


Su frecuente sustitución con eufemismos de los genitales como penca y virote con igual significado.


A mi leal saber y entender son, en su mayoría, patrimonio exclusivo del habla nicaragüense. Usados y abusados en la ciudad son menos utilizados en el campo.

Para facilitar el estudio tomaremos el nombre cachimba como la palabra eje a la que asociaremos las demás. De cachimba (en Nicaragua la vulva de la mujer) obtenemos: cachimbazo, cachimbo, cachimbeadera, cachimbón y el verbo cachimbear con los siguientes significados. (Observemos su intercambiabilidad con turquear, pijiar y verguear).

Golpear a alguien o golpearse una persona: Te voy a cachimbear. (Verguear, pijiar, turquear) Se desmambichó desde arriba del techo, se pegó el gran vergazo en la frente y quedó desturcado de la cabeza del gran cachimbazo que se pegó.

El golpe puede ser:

Deportivo: Pegó un cachimbazo (vergazo) por el center field y se voló la cerca.

Pluvial: Ahí viene Elver (el ver-gazo), el gran cachimbazo de agua.

Sísmico o telúrico: Como a las doce de la noche sentimos el gran cachimbazo (pijazo, vergazo), y todo se vino al suelo.

O bursátil: Pegó dos vergazos (cachimbazos, pijazos) en el comercio y se retiró a vivir de sus rentas.

O una soberana paliza: Le pegaron la cachimbeada (vergueada o pijiada) del siglo, y cuando los demás se metieron en el bochinche se armó la cachimbeadera.

Trabajar duro: Me pegué una cachimbeada de loco. Una soberana vergueada.

Ganar el juego o la partida: España cachimbeó (derrotó) a Suecia en el Mundial. Pero le pegaron (dieron) la gran vergueada (paliza) contra Brasil. Que pijiada la que le pegaron!Eso si que fue penqueada, lo demás es verga.

Liarse a golpes: Nos agarramos a los cachimbazos. (Turcazos, vergazos, pijazos).

Estar disgustado, furioso: Me cachimbié con mi mujer. Los dos estábamos encachimbados. Hasta que la vergueye va a entender.

El disparo de armas de fuego. Gran estruendo: Se oyeron tres cachimbazos (vergazos, pijazos) por el lado de arriba y ya no oímos más. Pero fue tal el cachimbazo (vergazo, pijazo) que se oyó hasta en Tipitapa.

Hasta aquí encontramos elementos de violencia, contundencia, agresividad o dureza, que en alguna forma pueden vincularse a la masculinidad, pero rara vez a la feminidad. Las palabras parecen adquirir un carácter propio ponderativo que en nada se asocia a un sexo determinado.

Veámoslos ahora como elementos de:

Apreciación de la belleza o cualidad de algo: Cuadro más de a cachimba! Te felicito porque está de a verga.

De algo excelente y bien hecho: Este trabajo me está quedando de a cachimba. Lo que se dice de a verga. (Pijudito! (Cachimbón! Y eso que lo escribí de un solo cachimbazo (vergazo), con la colaboración y complicidad de mis hermanos Ing. Pablo Hurtado e Ing. David Pereira.

O de todo lo contrario: Te está saliendo cachimbeado, mejor ni sigás. (Sos una pura verga! (la pura penca).

Menosprecio o desprecio de algo: Me Billy Vargas (por me vale verga).

Veamoslos como exclamación de censura o reclamo: (Ideay de a cachimbá, me dejaste esperando!

Alguien fresco e irresponsable: Vos si que estás de a cachimba. Que de a verga que te veo. No seas pencón... trabajá!

Con su correspondiente eufemismo: (Ve que diaca que estás vos! Vos si que sos de a penca.

Veamoslos ahora convertidos en unidad de medida:

Monetaria: La multa es de 250 cachimbas. No te apeás doscientas turcas.

O alcohólica: Yo les dije: Solo un par de cachimbazos (vergazos, pijazos, pencazos) y los vamos.

De intoxicación y estado de ebriedad: Pero no me hicieron caso, nos pusimos hasta la cachimba (Hasta la verga, hasta el bicho, hasta la viris, hasta el virote).

De velocidad: Juan fue el que manejó, iba a toda cachimba (a toda verga), se salió de la carretera y ahí fue donde nos dimos el gran pijazo contra el poste.

O de cantidad: El cine estaba hasta la cachimba de gente. Pero lo que se dice hasta la verga. Hacia tiempos que no veía semejante cachimbazal de gente.

Generalmente abundancial: Un millón es un cachimbo de reales. (Un vergazo, un turcazo o un pijazo de reales).

Pero puede denotar, sinembargo, todo lo contrario: Estoy cachimbeado de reales. (En banca rota) Todo el comercio está vergueado.

Lo mismo pueden utilizarse para describir una situación agradable: Vení loco! La vamos a pasar de a cachimba (de a verga, de a pija).

Que todo lo contrario: El pereque estuvo cachimbeado, una pura verga.

O gran grado de dificultad: Le zumba la cachimba subir hasta allá. Eso es encachimbado.

Describe una profesión u oficio modesto, generalmente mandadero o edecán: Era el cachimbero de Somoza y le echaron treinta años al pobre.

Con su equivalente en inglés: Se fue para los yunais y acabó en cachimberboy allá en Miami.

La única ocasión en que se utiliza como insulto es como eufemismo de algo más grosero: Este hijo de la cachimba me las va a pagar. Es un hijue la verga bien hecho.

En ninguno de lo ejemplos examinados se vinculan al acto sexual.

No sucede lo mismo con picha, del Gallego: Pixa, de donde nos viene pisar y picha.

Observamos igualmente que jamás son intercambiables con otra decena de palabras igualmente utilizadas para nombrar los genitales: Mico, pupusa, paloma, polla, cucuya, vince, picha etc.

Trascendiendo el ámbito de la banca, se adentran en el campo de la medicina, la psiquiatría, la mecánica automotriz y la economía para la designación de situaciones o estados.

Locura: Fulano es un descachimbado mental. Está de viaje desturcado del cerebro desde que se desmambichó de arriba del techo.

Stress, surmenage, agotamiento: Me siento cachimbeado por tanto trabajo.

Mal funcionamiento: Ese motor está cachimbeado. Ahora si que ya se desmambichó por completo.

El descalabro total de nuestra economía: Y con el alza de los impuestos vino el descachimbamiento (o desmambiche) total del comercio y de la industria.

Acerca del tamaño de los genitales existen creencias muy curiosas:

A como es el niño es el juguete, se dice de los hombres, o lo que es igual, en proporción directa a su estatura. (O al tamaño de sus manos).

La mujer de nalgas pachas (Aplastadas) tiene grande la cachimba (o la pupusa).

Lo mismo con respecto al ardor sexual de la mujer:

La mujer de jeta caida, es floja de grupera.

Mujer chiquita y mula baya, abrile la puerta y que se vaya.

Pero por último se seya lo que se seya:

Mujer alta y yegua grande, ande o no ande!

Pero ese es otro artículo que escribiré algún día, porque ahorita tengo un cachimbo de cosas que hacer y ando bien vergueado de tiempo.

El buen ejemplo de una herencia familiar

Mercedes Gordillo

Leyendo el respetable libro Álbum de los Mántica de Nicaragua, realizado por Felipe y Carlos Mántica Abaunza, donde aparecen registrados documentos, fotos, escritos del fundador de la familia don José Mántica, nacido en Dian Marina, Italia, y llegado en un vapor a través del estrecho de Magallanes a Corinto y Chinandega, Nicaragua entre 1875-1878.

Posteriormente viajó 3 veces a Italia y contrajo nupcias con doña Nina Berio, formando la familia Mántica Berio que procreó 13 hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, acaso también algún chombo. Es decir: podemos cerciorarnos claramente sobre el transcurrir de 6 generaciones en esta familia que a punta de trabajo honrado ha podido superar los embates de la historia geográfica y humana sufrida en Nicaragua: dos terremotos, huracanes, incendios; dos revoluciones, dictaduras, dos guerras mundiales, exilios, saqueos, entre otros males del último siglo.

Sin embargo, los Mántica han podido soportarlo todo estoicamente. Se han levantado de los escombros y las cenizas debido, en mi opinión, a una valiosa herencia familiar transmitida de generación en generación consistente en profundos valores éticos, morales, cristianos, con trabajo honrado, no robado. La profunda convicción que para obtener una vida cómoda, en paz con Dios, con ellos mismos y con su prójimo, hay que sudar de sol a sol. Como ejemplo de vida, esta familia ha desarrollado valores en este país desolado y ultrajado por tanta corrupción.

Durante el transcurso de los años, los nicaragüenses venimos padeciendo verdaderas crisis de valores, se ha llegado a trastocar o cambiar lo bueno por lo malo, “tanto tienes tanto vales”, sin saber cómo se obtuvo. “Ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón”, o sea que no es tan ladrón o no importa mucho que robe lo mal habido. Los valores, esa espléndida herencia familiar de la gente honesta, que antiguamente no necesitaba firmar contratos ni pagarés, para cumplir lo convenido, cuando aún no se había instalado en nuestra sociedad la guatusa del Güegüense, con mi debido respeto a esta obra cultural.

No quisiera que este escrito se confundiera con una lección de moral y cívica, como las que recibí en primaria. A través de la historia sabemos de la corrupción inherente al ser humano; capaz de realizar hasta lo inimaginable por alcanzar el poder que representa el oro. Es por esta razón que deseo llamar la atención hacia la honradez, que puede o no puede transmitirse de generación en generación, aún en los tiempos que vivimos.

He traído a colación el tema porque pienso con tristeza en los descendientes de corruptos:

¿No pensaron en sus hijos?

¿No pensaron que por mucho tiempo serán señalados y despreciados?

¿Los progenitores no creyeron que algún día se van a morir, que no son inmortales?

¿Que lo robado puede matar a los más desposeídos: hambre, destrucción moral y física?

¿Nunca pensaron que todo tiene un fin?

¿Que posteriormente algún día podrían ser denunciados, juzgados?

¿Que terminarían presos, con su familia dispersa, atemorizada, sufrimientos que pueden durar el resto de sus días?

Escribo pensando en nuestro futuro, por cariño a nuestros descendientes. Hago un llamado a reflexionar sobre los valores y los antivalores que deseamos heredar o transmitir, con la sencillez de los humildes: “Yo soy pobre pero honrado”, o del rico que pueda afirmar: “yo soy rico pero honrado”, porque ambas cosas son posibles. La herencia de los Mántica también podrá obtenerla otras familias dignas del país, creo que afortunadamente existen, aunque cada vez más escasas. Debemos recuperar la ética.

La autora es poeta, escritora y crítica de arte.

Una obra magna de la nicaraguanidad

Jorge Eduardo Arellano
aghn@ibw.com.ni

En 1974, comentando la primera edición de El habla nicaragüense (San José, C.R. Educa, 1973), Franco Carutti se refirió —entre otras excelencias— a la vena humorística que desplegaba el autor de esa obra, la cual valoraba como “instrumento básico de toda investigación, traducción o búsqueda filológica, relacionada con el idioma nicaragüense”. Aunque confundiendo el concepto de idioma por el de habla, le asistían no pocas razones.

Hoy, con la séptima edición —enriquecida con nuevos ensayos, ausentes en la sexta, que ya difería ampliamente en páginas y trabajos de la princeps—, tales razones se multiplican y lo que tenemos a la vista es una ópera magna de la nicaraguanidad, una permanente obra de consulta y estudio que nos enorgullece y debemos agradecer a Carlos Mántica Abaunza.

Esos nuevos ensayos suman catorce. ¡Así se habla, j…” es el primero. Breve prólogo recapitulador de casi todos sus aportes, recurre en él a ejemplos reveladores y amenísimos: rasgo esencial de su estilo, como lo señalaba Carutti hace treinta años. Pero no cabe transcribir algunos. Sólo una de sus afirmaciones fundamentales: “el distintivo general del nica es su manera de hablar. No sólo por sus gritos (la conversación de cuatro nicas sentados en una mesa puede seguirse sin dificultad desde el extremo del salón), sino por la diversidad y riqueza de su vocabulario” (pág. 13).

Un vocabulario que Mántica Abaunza compila en sus más diversas expresiones y hasta una exhaustividad inalcanzable por sus colegas precedentes y actuales, observando la creatividad imaginativa que lo identifica. El nica no define el vocablo, lo ilustra —sostiene— para concluir que, al margen de las diferencias sociales y culturales entre nosotros, el Habla suple a la Lengua. Es decir, la necesidad comunicativa —peculiar de los nicaragüenses— al sistema de convenciones del español general. Porque, como decía en broma un diplomático alemán, aquí hablamos más bien “nicañol”. “Gracias a Dios —precisa Mántica Abaunza—, también hablamos castellano: Máj o méno”, aludiendo a la aspiración de la /s/ convertida en /j/ y a su disolución que caracteriza a nuestra fonética.

Otro ensayo que incorpora Mántica Abaunza es Evolución de la lengua náhuatl en Nicaragua, es su título y tema: todo un detallado recorrido en tres etapas de la variante del náhuatl hablado en nuestra tierra desde la llegada de los españoles a finales del siglo XVIII. A saber, una inicial de 1523 —año del encuentro entre González Dávila y el cacique Nicaragua— a 1560 aproximadamente, en la cual nuestro náhuat (sin ele) o nahuate —como se le denominaba a sus vestigios a finales del XIX— no sufre cambio alguno. Otra de 1560 a mediados del XVII, cuando se incorporan sustantivos castellanos, pero el nahuate se conserva estructuralmente íntegro. Es el momento en que surge la versión original de El Güegüense. Y la última etapa, que podría llamarse de “inculturación”, abarca de 1650 a 1700, generándose la impronta de la cultura y la lengua castellanas; durante ella, se elaboró la versión que conocemos de El Güegüense, cuyos escasos parlamentos en nahuate revelan una castellanización del mismo.

En esta línea nahuatlonómica, profundizada por Mántica Abaunza como nadie (recuerdénse los 570 “nahualismos” nicaragüenses de su diccionario, el más acabado y extenso), vale la pena subrayar uno de sus descubrimientos. Me refiero al fenómeno que en 1858 advirtió don Juan Eligio de la Rocha en nuestra lengua oral que convierte en agudos los nombres graves y esdrújulos cuando se usan en vocativo para llamar a distancia, prolongando la sílaba en el acento. Octavio Robleto, en uno de los breves poemas de su primer poemario —escrito en 1955— recogía esta peculiaridad: “Marillitáaa!/Quéee?/ Marillitáaa/ Quéee?/Nada, nada./ Quería oirte decir qué”.

Sin embargo, en esta reseña no quiero limitarme a reiterar la calidad de las aportaciones linguísticas de Mántica Abaunza (en el segundo prólogo de esta séptima edición la puntualizo sintéticamente), destacando las nuevas: Dos personajes inolvidables, Pura jodarria y Carta en refranes. A saber, respectivamente, la transcripción de las expresiones características de dos personajes típicos de nuestro pueblo: “la señora que se acordaba de todo” (una “Tula Cuecho” de clase social más acomodada) y “la que de nada se acuerda”; una aguda y jocosa disertación inolvidable sobre las variantes “nicas” del vocablo joder, ya tratado con seriedad por el veterano colega Enrique Peña Hernández (Lengua, Núm. 11, marzo, 1966, pp. 121-122): El verbo joder y sus derivaciones; y otra ejemplificación paremiológica, sólo comparable a la Carta sobre los decires de mi tierra, de Omar D’león, que difundiera en su revista Cenizas Rolando Castellón a principios de los años 80.

Precisamente, otras dos contribuciones paremiológicas se leen en El habla nicaragüense y otros ensayos: su Refranero general —también el más completo y extenso que se conoce, aunque sin explicar, para un público extranjero, el significado y contexto de los refranes— y su Introducción a cantares nicaragüenses (1995 y 1987), obra compilada en coautoría con César A. Ramínrez y a la cual dediqué un comentario objetivo en Lengua No. 9, marzo, 1995. Ahí señalaba que, desde los Romances y corridos nicaragüenses (1946) de Ernesto Mejía Sánchez —la mayoría de los cuales se insertan en los Cantares—, no había surgido otro trabajo similar.

Dos trabajos sobre ese teórico de la nación e intérprete de nuestra psicología colectiva y realidad coyuntural e histórica que fue PAC (Con la música por dentro, Pablo Antonio, Sor María y El Diablo) se agregan, sin desarmonizarla, a esta séptima edición. Igualmente, una nota sobre Matagalpa y sus gentes (el primer libro de Eddy Kühl), un prólogo al mejor libro sobre la comida nicaragüense (el de Jaime Wheelock), que contiene la magistral retahíla de nuestras 151 frutas comestibles y otro prólogo a la genealogía de los Argüello (la familia de mayor arraigo y proliferación del país) de ese experto en la materia que es Norman Caldera Cardenal; unos antológicos, vivenciales Recuerdos de la vieja Managua, más una esclarecedora monografía sobre los indios “Subtiabas” (cuya grafía correcta del siglo XVII prescinde de la /b/).

Finalmente, no podría faltar un resumen del reciente libro de Mántica Abaunza, editado por nuestra Academia de la Lengua: Tiempo, contexto y trascendencia de El Güegüense, cuyo comentario exigiría un espacio como el presente. Concluyo diciendo que esta obra no debería faltar en la biblioteca de ningún “nica” culto y del extranjero que aspire a conocer lo que somos y hemos creado como pueblo. Porque aún conservamos mucho de aquellas herencias que afirmaba nuestro Rubén en 1891: “Tenemos el ímpetu de nuestros abuelos indios, su fuego y potencia terrígena, y de nuestros padres españoles todos los fanatismos y pasiones”.

El autor es director de la Academia Nicaragüense de Lengua.